Cuando eres una Casi Chica, eres a quien miran pero nunca eligen. Eres la pausa para fumar, tan temporal y traslúcida como el humo que escapa lentamente de su boca mientras esperas entrar a su apartamento por última vez.
Cuando eres Casi Chica, eres el intermedio, pero nunca el espectáculo. Lo haces reír, pero verte no hace que su corazón lata un poco más rápido, al menos no hasta que las luces se apagan a las 2 a.m. y sabe a whisky y cerveza barata. Pero sabes que no significa nada y que realmente no tiene nada que ver contigo en absoluto. No, porque a las 2 de la madrugada podrías ser cualquiera y finges que lo eres. Cualquiera más que tú.
Y por un minuto crees que puedes ser ella, la chica que folla sin conciencia, cuyas yemas de los dedos le hacen temblar. Realmente te conviertes en ella en esas primeras horas de la mañana y, para demostrarlo, te vas antes de que salga el sol. Antes de que se dé cuenta de que te has ido. Porque Casi las Chicas no se quedan, y seguro que no las esperan.
Pero lo que no te dicen sobre ser Casi Chica es que no serás el interludio para siempre. No para la persona adecuada. Quizás hayas sido su distracción, pero no tienes que seguir bailando con el desastre. Tienes una opción y espero que elijas tú mismo.
Dios mío, espero que te elijas a ti mismo.
Un día, encontrarás gracia en las despedidas y verás la belleza de dejar ir las cosas y las personas que nunca fueron destinadas a ti. Espero que entiendas lo bonito que es tu manera de reírte de chistes que no tienen mucha gracia, de cómo sigues creyendo en el amor a pesar de que se te escapa constantemente de las manos. Rezo para que sigas hablando mal, maldiciendo demasiado y bebiendo con demasiada frecuencia. Espero que nunca te pierdas en la historia de otra persona.
Pero sobre todo, realmente espero que sepas que no eres invisible y que quién eres es más que suficiente. Porque te veo. Yo soy tu. Y sé que las Casi Chicas siempre nos tendremos la una a la otra.
Nunca estuvimos solos. Y lamento haberlo pensado alguna vez.
