En Beirut, los momentos congelados de un fotógrafo ralentizan el tiempo y permiten contemplar la destrucción

Vemos vídeo tras vídeo, consumiendo el mundo en nuestros dispositivos portátiles en fragmentos de dos minutos, un minuto, 30 segundos, 15. Recurrimos a las imágenes en movimiento –“películas”– porque son las que más se aproximan al mundo que vemos y experiencia. Después de todo, estamos en 2024, y el vídeo que tenemos en el bolsillo (el nuestro, el de los demás, el de todos) se ha convertido en nuestro derecho de nacimiento.

Pero a veces, incluso en esta era de videos en vivo siempre en movimiento, siempre grabando, siempre capturando, a veces el momento congelado puede captar la atención como ninguna otra cosa. Y en el proceso, puede contar una historia más amplia que resuena mucho después de que se capturó el momento. Eso es lo que ocurrió la semana pasada en Beirut, a través del lente de la cámara del fotógrafo de Associated Press Bilal Hussein y las fotografías que capturó.

Cuando Hussein instaló su cámara afuera de un edificio de apartamentos evacuado en Beirut el martes después de que Israel anunciara que sería atacado como parte de operaciones militares contra Hezbollah, tenía un objetivo en mente, sólo uno. “Lo único que pensé”, dice, “fue fotografiar el misil mientras caía”.

Encontró un lugar seguro. Aseguró un buen ángulo. No estaba estresado, dijo; Como muchos fotógrafos que trabajan en esos entornos, ya había estado en situaciones como ésta antes. Estaba listo.

Cuando se produjo el ataque (al final una bomba, no un misil), Hussein entró en acción. Y, como era de esperar para un profesional que ha estado haciendo este trabajo durante dos décadas, hizo exactamente lo que se propuso.

La secuencia de imágenes que realizó estalla con la energía explosiva del tema.

En un cuadro, la bomba cuelga allí, un intruso extraño y molesto en la escena. Aún no ha sido notado por nadie a su alrededor, dispuesto a llevar su destrucción a un edificio que, en unos instantes, ya no existirá. Los balcones del edificio, a una fracción de segundo de la inexistencia, están vacíos de gente mientras la bomba encuentra su objetivo.

Este es el tipo de momentos que un vídeo, que se reproduce a la velocidad de la vida o incluso en cámara lenta, no puede capturar de la misma manera. Una fotografía nos mantiene en la escena, detiene el tiempo, invita al espectador a tomar los eventos más caóticos y descomponerlos, mirando a su alrededor y notando cosas de una manera extrañamente silenciosa que la vida real no podría.

En otro cuadro, uno que ocurrió micromomentos después del primero, el edificio está en proceso de explotar. Repitamos esto para lograr un efecto, ya que incluso hace un par de generaciones fotografías como esta eran raras: en proceso de explotar.

Los pedazos de edificio salen disparados en todas direcciones, a gran velocidad, en la vida real. Pero en la imagen están congelados, lanzados hacia afuera, suspendidos en el espacio esperando los próximos segundos de su disolución, tal como lo estaba haciendo la bomba que los desplazó milisegundos antes. Y en eso, se hace posible una contemplación de la destrucción y de las personas que la sufrieron.

La tecnología para capturar tantas imágenes en poco más de un segundo (y hacerlo con tanta claridad y alta resolución) apenas tiene una generación.

Entonces, ver estas “fotografías”, como las llaman los periodistas, reunidas para pintar una imagen de un evento es una combinación de arte, intrepidez y tecnología: un ejercicio para congelar el tiempo y brindar a las personas la oportunidad de contemplar durante minutos, incluso horas, lo que ocurrió en apenas unos segundos. Esto es válido para las cosas positivas que captura la cámara, y también para episodios de violencia como éste.

La fotografía es de acceso aleatorio. Nosotros, los espectadores, elegimos cómo verlo, procesarlo, digerirlo. Avanzamos y retrocedemos en el tiempo, a voluntad. Nosotros controlamos el ritmo y la velocidad con la que nos llegan imágenes vertiginosas. Y en ese proceso surge algo inusual para esta época: un poco de tiempo para pensar.

Ése, entre muchas otras cosas, es el poder perdurable de la imagen fija en un mundo de imágenes en movimiento, y el poder de lo que Bilal Hussein capturó en ese día claro y soleado en Beirut.

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Ted Anthony es el director de nueva narración e innovación en las salas de redacción de The Associated Press. Síguelo en http://x.com/anthonyted

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