El Papa Francisco critica las tentaciones populistas, sinónimo de “cultura del descarte”

Poco antes de entrar en el Centro de Convenciones Generali de Trieste, en el norte de Italia, el papa Francisco se levantó de su silla de ruedas. El pontífice, que cumplirá 88 años en diciembre, se esforzó por caminar, apoyado en su bastón, los pocos metros que separaban el borde del escenario de la silla blanca preparada para él. ¿Será una manera de reforzar el discurso que iba a pronunciar unos minutos después?

Al dirigirse a los 1.200 participantes de la 50ª Semana Social de los Católicos Italianos el 7 de julio, Francisco expresó una profunda preocupación por la democracia, el tema de la convención a la que fue invitado a asistir. “Es evidente que la democracia no goza de buena salud en el mundo de hoy”, dijo el Papa Francisco. Es “porque está en juego el bienestar humano”, dijo. Esta advertencia fue mucho más allá del “contexto italiano”, continuó. Fuera de la península, las preocupaciones son abundantes, dijo una fuente del Vaticano. La Cruz Unos días antes del viaje papal a Trieste, citó las elecciones legislativas anticipadas organizadas en Francia el mismo día, así como la actual campaña electoral estadounidense entre un Donald Trump condenado judicialmente y un Joe Biden envejecido.

Sentado bajo dos pantallas gigantes, en las que se proyectan dos corazones formados por fotos de personas anónimas y coronado por la frase “en el corazón de la democracia”, el Papa vinculó esta crisis a toda “exclusión social”. “Cada vez que alguien es marginado, todo el cuerpo social sufre”, afirmó Francisco, y volvió a condenar la “cultura del descarte” que afecta a las sociedades actuales. “La cultura del descarte crea una ciudad en la que no hay espacio para los pobres, los no nacidos, los frágiles, los enfermos, los niños, las mujeres y los jóvenes”, afirmó.

El populismo y el flautista de Hamelin

En respuesta, Francisco afirmó que las “tentaciones ideológicas y populistas” no son una solución. “Las ideologías son seductoras. Algunos las comparan con el flautista de Hamelín. Te seducen, pero te llevan a negarte a ti mismo”, dijo el Papa. Se refería a un cuento de hadas alemán del siglo XIV en el que un flautista promete librar a un pueblo de su plaga de ratas. Pero al sonido de su instrumento, los niños del pueblo lo siguen y se pierden para siempre.

En su discurso a los participantes de la Semana Social, Francisco elogió a los líderes políticos que apoyan “la natalidad, el trabajo, las escuelas, los servicios educativos, la vivienda accesible, la movilidad para todos y la integración de los migrantes”. Los líderes políticos, continuó, nunca deben perder el contacto con el pueblo al que gobiernan. “Un político que no huele a pueblo es un teórico. Le falta lo esencial”, dijo el Papa, hablando de manera improvisada. La declaración fue una variación de una de sus expresiones favoritas, generalmente aplicada a los obispos, a quienes siempre se les anima a conocer “el olor de sus ovejas”. “Un político puede ser como un pastor que va delante del pueblo, entre ellos y detrás de ellos. Delante del pueblo para marcar un poco el camino; en medio del pueblo, para sentirlo; detrás para ayudar a los rezagados”, explicó el Papa.

¿Por qué permanecemos apáticos e indiferentes ante las injusticias del mundo?

El Papa Francisco también elogió el compromiso político de los católicos en la política, exhortándolos a no limitar su fe al ámbito “privado”. “Esto significa no tanto exigir ser escuchados, sino sobre todo tener el coraje de hacer propuestas en favor de la justicia y la paz en el debate público”, dijo. “Tenemos algo que decir, pero no con el objetivo de defender privilegios. Debemos ser una voz que denuncia y ofrece soluciones en una sociedad a menudo sin voz y donde demasiados no tienen voz”. Partiendo de su texto, repitió: “Son tantos, tantos…”

El Papa recordó la existencia de los sin voz en su homilía, pronunciada en la misa celebrada dos horas después en la plaza Unità d'Italia de Trieste: “Nosotros, que a veces nos escandalizamos inútilmente por tantas cosas pequeñas, haríamos bien en preguntarnos: ¿Por qué no nos escandalizamos ante el mal que se desata, ante la humillación de la vida, ante las cuestiones laborales, ante el sufrimiento de los migrantes? ¿Por qué permanecemos apáticos e indiferentes ante las injusticias del mundo? ¿Por qué no nos tomamos en serio la situación de los presos, que también desde esta ciudad de Trieste se eleva como un grito de angustia?”. Son algunas de las preguntas dirigidas por el Papa a todas las democracias del mundo desde la ciudad portuaria del norte del Adriático.

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