Un retrato profundamente personal de la cultura indígena andina realizado por un fotógrafo

La primera serie fotográfica de Ana Flores, Donde Florecen Estas Flores, tiene como objetivo desestabilizar las representaciones tradicionales de Cultura indígena


“¿Qué te viene a la mente cuando piensas en Perú?fotógrafo Ana Flores pregunta yo. “Llamas y personas con vestimentas tradicionales. Quiero cambiar la representación estereotipada de las mujeres indígenas como marginadas y pasivas hacia aspectos dinámicos y fundamentales de la cultura peruana”.

Es una poderosa declaración de misión para la serie de retratos debut de Flores, Donde Florecen Estas Flores (Donde florecen las flores)Al fotografiar a mujeres indígenas en su tierra natal andina, estas imágenes tienen como objetivo desestabilizar las representaciones tradicionales de la cultura indígena y devolver la autonomía a sus retratos. A través de su mezcla de colores vibrantes y fotografía en blanco y negro, Donde florecen las flores inicia un diálogo con el pasado, reescribiendo las representaciones coloniales de la cultura indígena con una celebración de su vestimenta tradicional y su conocimiento intergeneracional.

“Cuando era niña, me enseñaron a luchar por la superioridad de los blancos europeos, sin cuestionar los vestigios del colonialismo”, explica Flores. “Si bien mi abuela materna tiene raíces indígenas, en Perú me perciben como blanca. Como resultado, hasta hace poco, no establecía la conexión entre su herencia y mi propia etnia.Nacida al pie de los Andes en Cusco, Perú, y criada en Ginebra, Suiza (Flores ahora vive en Londres), este proyecto fue un viaje de autodescubrimiento para la fotógrafa, reflejado en el juego de palabras del título con su apellido, que en español significa 'flores'.

Fue durante una visita al icónico restaurante cusqueño Milque pone de relieve tradiciones culinarias andinas y amazónicas hasta ahora desatendidas, que Donde florecen las flores El proyecto comenzó a tomar forma. El centro de investigación del restaurante, Mater, organiza talleres de intercambio de habilidades entre artistas internacionales y comunidades indígenas con el fin de preservar las tradiciones y beneficiar a las comunidades locales, y fue allí donde Flores conectó por primera vez con las mujeres que fotografió.

El proyecto surgió de manera natural a partir de este encuentro. Con el apoyo de la directora artística Lía Lazaro, Flores realizó su primer viaje a la montaña hacia el pueblo de las mujeres en febrero de este año. “El plan era conocerlas más, quería asegurarles a las mujeres que no tenía la intención de simplemente tomarles fotos y desaparecer”, explica sobre este primer viaje. “Pero entonces una niña vio mi cámara y me pidió que le tomara un retrato. Después de eso, otras mujeres quisieron tomarles fotos y se unieron, posando para mí”. Antes de que pudiera darse cuenta, Donde florecen las flores estaba empezando a tomar forma.

Flores regresó un par de semanas después con las fotografías impresas y encontró el pueblo lleno de gente. “Resultó ser el inicio de la feria artesanal de Maras, en la que participan más de 15 asociaciones de los pueblos de la montaña. Aunque fue pura coincidencia, resultó ser una suerte increíble, ya que fue donde conocí a las mujeres que se convertirían en colaboradoras de este proyecto”, dice Flores.

Dada la explotación y la tergiversación a largo plazo de estas comunidades, Flores tuvo cuidado de asegurarse de que este proyecto fuera mutuamente beneficioso. “Creo que una colaboración exitosa entre un fotógrafo y el sujeto requiere una base de confianza, por eso organicé dos viajes”, explica. “Quería crear un proyecto a largo plazo que fuera más allá del breve período de tres semanas; construir una relación duradera con ellos era esencial”.

Las imágenes de estos viajes ponen de relieve la naciente conexión de los pueblos indígenas con la naturaleza, pero también la paulatina invasión de la modernidad. Destaca una foto, un primer plano de una motocicleta cargada con la compra y una bolsa de supermercado Wanxin. Enclavada entre amplias tomas naturales de la flora de la montaña, la masa sintética de plásticos de la imagen parece particularmente extraña.

La serie concluye con una fotografía de la propia Flores, ligeramente desenfocada y encorvada frente a la cámara. “Cuando estaba investigando para el proyecto, me encontré con una imagen que mi padre había tomado de mi madre agachada en un campo”, explica. “La foto final es una recreación de esa pose, que crea una conexión a través del tiempo y el espacio y, simbólicamente, regresa a mis raíces”.

Lo que hace que esta serie sea particularmente especial es cómo los encuentros de Flores con las mujeres indígenas andinas se convirtieron en encuentros con ella misma y su propia herencia peruana. “Cuando empecé a fotografiar me di cuenta de que estaba buscándome a mí misma. Estoy redescubriendo el Perú a través de mi lente personal, no el que me han impuesto”, dice orgullosa.

Es comprensible, entonces, que el público al que se dirigen estos retratos no esté en Londres o Ginebra, sino en Perú, tanto en Cusco como en esos lejanos pueblos andinos. “Realmente quiero que la gente disfrute de estas fotografías, pero lo más importante son las mujeres con las que colaboré”, dice. “Realmente quiero que les guste la serie más que nada”.



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