Uso de la IA para decodificar la comunicación animal

El equipo que está detrás de ESP es muy consciente de las implicaciones éticas de su trabajo. Para ayudar a prever y prevenir cualquier impacto negativo, el equipo incluye expertos científicos, como ecologistas del comportamiento y neurocientíficos cognitivos. Una vez que la tecnología esté lo suficientemente avanzada como para ser utilizada, la pregunta se vuelve mucho más importante: “¿Cómo podemos tener cuidado con las formas en que esta tecnología (podría ser) utilizada por personas fuera de nuestra organización o nuestro sistema de valores?”, pregunta Zacarian. Las decisiones sobre licencias serán cruciales, ya que es una de las herramientas más poderosas para determinar quién puede tener acceso a la tecnología y usarla.

“Lo más difícil”, dice Zacarian, “es cómo podemos, como campo interdisciplinario que proviene de diferentes dominios, como la inteligencia artificial, la ética, el bienestar animal, la filosofía (y) la ecología del comportamiento, trabajar juntos para crear un conjunto de principios o regulaciones sobre cómo se puede utilizar esta tecnología. Queremos que haya barreras éticas y una gobernanza”. Afortunadamente, los esfuerzos de Rodríguez-Garavito por desarrollar este tipo de marco ético están bien encaminados. Pronto, él y su equipo en el MOTH elaborarán un borrador de directrices que será examinado por un grupo interdisciplinario de especialistas en ética y luego revisado por una serie de expertos, entre ellos líderes indígenas, antropólogos y biólogos.

El siguiente paso será conseguir que las empresas tecnológicas adopten voluntariamente las directrices, que también pueden describirse como derecho blando. “La legislación tiende a evolucionar de derecho blando a derecho duro”, dice Rodríguez-Garavito. Una vez que las organizaciones científicas y tecnológicas se han adherido a las directrices, pueden “pasar gradualmente, pero esperemos que no demasiado lentamente, a un nivel de legislación y regulación real”.

Pero el trabajo de ESP no es, en muchos sentidos, una nueva frontera, algo que Zacarian desea señalar. “Hay una larga historia de seres humanos observando y comunicándose con animales, especialmente los pueblos indígenas que poseen gran parte de esta sabiduría”, dice. “Nos apoyamos en los hombros de tantos ancianos en este espacio”.

Está claro que la IA podría catapultar esta comprensión de larga data a nuevos territorios y cambiar fundamentalmente nuestra relación con la Tierra tal como la conocemos. Pero en su velocidad y en el dramatismo de los avances tecnológicos, hay mucho que los nuevos avances deberían tener cuidado de no dejar atrás: el respeto por algo más que los seres humanos y un sentido de parentesco con ellos.

Si se hace bien, la IA podría ayudarnos a disolver las barreras y a reconectar a los humanos con el mundo natural. Pero solo si se siguen con diligencia las normas de seguridad podemos estar seguros de que esta tecnología nos llevará por un camino que eleve a la naturaleza en lugar de dañarla. Tal vez su mayor potencial resida en su capacidad de cambiar la forma en que los humanos pensamos sobre nuestro lugar en el mundo, de ir más allá del antropocentrismo que ha llegado a definir nuestra visión del mundo. Entender a los animales podría, como dice Zacarian, “cambiar por completo la noción de que somos el centro del universo proverbial”.



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