Navegando por el VIH y la salud mental

Lidiar con una enfermedad tan estigmatizada como el VIH presenta desafíos importantes y puede generar sentimientos profundos de aislamiento. Este estigma puede afectar gravemente el bienestar emocional de las personas que viven con el VIH. La conexión entre el VIH y la salud mental es sustancial, pero a menudo se pasa por alto y se ignora. A menudo se espera que las personas que viven con el VIH no solo soporten el escrutinio público, sino que también respondan con gracia y aceptación de su condición.

En consecuencia, el enfoque tiende a desplazarse hacia la comodidad de aquellos que no están afectados por el VIH, en lugar de priorizar el camino hacia la curación de quienes viven con la enfermedad.

Hablo con profunda pasión sobre este tema como alguien que nació con VIH y ha vivido con esta condición durante los últimos 15 años.

Tenía tan solo 14 años cuando me diagnosticaron VIH. En ese momento, estaba en décimo grado y asistía a un evento del día de la juventud en representación de mi escuela. Cuando se me presentó la oportunidad de hacerme la prueba del VIH a través de un grupo de educadores de pares, estaba ansiosa por participar. Como era joven e ingenua, pensé: “Soy joven, todavía no tengo citas, y esto me hará parecer una persona informada e inteligente”. Me hice la prueba y así fue como descubrí mi estado serológico durante una excursión escolar.

Al conocer el resultado, las únicas palabras que pude pronunciar fueron: “Pero si sólo tengo 14 años, no hice nada”. El miedo me invadió. Incapaz de llorar en ese momento, estaba preocupada por la presencia de mis amigos que esperaban justo afuera de la puerta. Temía que mostrar cualquier signo de angustia les revelara mi resultado. Me recompuse y salí de la sala de consulta como si nada hubiera pasado. Esta se convirtió en la realidad de mis primeros cinco meses viviendo con VIH, agobiada por el miedo a revelar mi estado. Esto demuestra lo aislante que es el estigma del VIH.

El estigma relacionado con el VIH es sumamente deshumanizante y socava la dignidad de las personas que viven con el VIH. Busca aislarnos y negarnos los mismos derechos y oportunidades que se les otorgan a los demás. Este estigma tiene como objetivo disminuir nuestro sentido de valía simplemente por vivir con el VIH.

La persistencia del estigma del VIH es un factor importante que contribuye al continuo aumento de las tasas de infección por el VIH. Sigue impidiendo que las personas revelen su estado serológico y sigan el tratamiento. Los efectos generalizados del estigma del VIH se extienden incluso al rechazo de los métodos de prevención.

Podemos lograr mucho en la lucha contra el VIH si reconocemos colectivamente que el VIH es un problema humano y no sólo una preocupación de quienes viven con el VIH. No hay recompensa en oponerse a las personas que viven con el VIH y marginarlas; la verdadera victoria está en abordar el virus en sí.

A los 18 años, revelé públicamente mi estado serológico en Facebook a través de una carta abierta titulada Carta abierta al VIH. A través de mi presencia en las redes sociales, donde documento mi vida con el VIH, he tenido el privilegio de construir una comunidad de apoyo de personas afectadas por el VIH. Esta comunidad me ha ayudado a cambiar la narrativa sobre el VIH y cómo debe ser el camino de una persona que vive con el VIH.

Para mí, llamarme HIVictor ha sido una forma de protesta, una reivindicación de mi vida y de mi identidad frente a las percepciones negativas asociadas al VIH. Me niego a que mi historia se considere una mera tragedia. No soy una historia triste. Vivo y sigo prosperando.

Siempre he sido deliberada en aclarar que mi experiencia con el VIH no debe ser malinterpretada como algo extraordinario o algo más que el hecho de ser una chica que se despierta todos los días y lo intenta. La dificultad que enfrento para hablar sobre mi salud mental resalta el impacto del estigma del VIH. El estigma me ha llevado a temer que mis experiencias con la enfermedad mental puedan ser vistas como un resultado predecible de mi condición de VIH. A pesar de mis esfuerzos por cambiar las percepciones, reconozco que este viaje puede ser aislante, incluso para alguien tan sincero como yo a veces.

La intersección del VIH y la salud mental presenta desafíos difíciles, y hablar abiertamente sobre ellos es importante, así es como aprendemos. El estigma que rodea al VIH puede empeorar los problemas de salud mental.

He compartido mi historia y mis experiencias porque creo que podemos contribuir a una sociedad más informada y empática. Es importante que prioricemos nuestra salud mental como lo hacemos con nuestra salud física.

Trabajemos juntos para derribar las barreras del estigma y crear espacios donde las personas que viven con el VIH puedan buscar ayuda sin temor a ser juzgadas. A través del esfuerzo colectivo, podemos unirnos para elegir intencionalmente poner la amabilidad en el centro de nuestras acciones. Nos debemos empatía, decencia y amabilidad. ¡Las personas que viven con el VIH también merecen empatía, decencia y amabilidad!



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