La obsesión de los humanos por los carbohidratos se produjo mucho antes del inicio de la agricultura, sugiere un nuevo estudio

A muchos de nosotros nos encantan los alimentos ricos en almidón como el pan y la pasta. Y hay una razón para ello: nuestros genes nos permiten descomponer fácilmente estos deliciosos carbohidratos. Según una nueva investigación, poseemos esta habilidad desde hace más tiempo del que pensábamos, y es posible que seamos incluso mejores en ella de lo que pensábamos.

Somos capaces de digerir estos carbohidratos complejos gracias a dos tipos de genes. Uno de estos genes afecta nuestra saliva, permitiendo que el almidón comience a descomponerse tan pronto como estos deliciosos alimentos entran en nuestra boca. Fundamentalmente, nuestras células poseen múltiples copias de este gen, lo que indica que con el tiempo los humanos evolucionaron más iteraciones del mismo a medida que consumíamos más carbohidratos. Los investigadores vincularon esta evolución genética con la advenimiento de la agricultura hace entre 10.000 y 12.000 años. Sin embargo, una nueva investigación sugiere que la historia de duplicación de este gen se remonta aún más atrás.

Es posible que la duplicación de este gen haya ocurrido hace ya 800.000 años, según un estudio nuevo artículo publicado hoy en el diario Ciencia. Los investigadores, del Laboratorio Jackson, la Universidad de Buffalo y la Universidad de Connecticut, analizaron genomas humanos antiguos y reconstruyeron regiones genéticas humanas actuales para comprender cuándo comenzó a duplicarse este gen y cómo llegamos a amar el almidón.

El equipo examinó de cerca el gen de la amilasa salival humana, conocido como AMY1. Específicamente, mapearon la región del gen de la amilasa en 98 personas. El mapeo genético permite a los científicos identificar dónde se encuentran los genes en un cromosoma y dónde podrían existir copias de ese mismo gen.

También analizaron 68 genomas humanos antiguos, incluida una muestra de Siberia de hace 45.000 años, para ver si nuestros homólogos arcaicos poseían múltiples copias de AMY1, también. De hecho, encontraron que los cazadores-recolectores preagrícolas tenían un promedio de cuatro a siete copias de AMY1 en células diploides, que son células con dos juegos completos de cromosomas. Incluso el análisis de homínidos arcaicos reveló que algunos neandertales tenían duplicaciones de este gen.

“La idea es que cuantos más genes de amilasa tenga, más amilasa podrá producir y más almidón podrá digerir de manera efectiva”, dijo el autor correspondiente del estudio, Omer Gokcumenprofesor de ciencias biológicas de la Universidad de Buffalo, dijo en un presione soltar.

Si bien este descubrimiento nos dice que las duplicaciones de AMY1 En humanos y homínidos son anteriores a la agricultura, el equipo hizo otro hallazgo convincente que refuerza el impacto que tuvo la agricultura en nuestra evolución. Al examinar los genomas de los agricultores europeos, encontraron un aumento significativo en AMY1 números de copias durante los últimos 4.000 años, lo que sugiere que el inicio de la agricultura hace unos 12.000 años influyó en última instancia en el desarrollo genético.

No es que necesites justificar la necesidad de darte un festín con pan y pasta, pero este artículo ofrece una historia convincente y con base científica para cuando te apetezca una baguette fresca.

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