Aquí puedes experimentar la cultura indígena en El Salvador

Las ondulantes colinas volcánicas de El Salvador están salpicadas de antiguas pirámides, centros ceremoniales, pinturas rupestres del Paleolítico y enigmáticas estatuas que representan a los dioses de la lluvia, el maíz y la fertilidad. Pero sus pueblos indígenas actuales son mucho más esquivos.

El censo nacional de 2007 reveló que sólo el 0,2% de la población –unas 13.000 personas– se identifica como indígena, lo que sugiere una cultura al borde de la extinción. Dicho esto, hay razones para dudar de esa estadística, ya que la cifra real puede ser entre 40 y 50 veces mayor. Como observó alguna vez el lingüista salvadoreño Jorge Lemus: es una tarea difícil definir a un pueblo que “se ha vuelto invisible”.

Mucho antes de la llegada de los europeos en el siglo XVI, El Salvador era una encrucijada cultural floreciente, en la que se encontraban las civilizaciones mesoamericanas en ascenso al oeste y las formidables culturas istmocolombianas al este. En la Gruta del Espíritu Santo, cientos de pictografías ofrecen evidencia de 10.000 años de ocupación humana.

Lejos de vivir aislados, los pueblos de El Salvador formaron ecologías políticas complejas que abarcaron grandes distancias. Una visita a la metrópolis maya de Tazumal, fundada en el año 200 a. C. y abandonada misteriosamente 14 siglos después, revela templos que incorporan motivos de ciudades extranjeras tan lejanas como Teotihuacán, en el centro de México, a 1.600 kilómetros de distancia.

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