Rachida Dati ha tenido un caso extraño sobre su escritorio en los últimos días. El Ministro de Cultura francés tendrá que decidir sobre la cuestión, bastante barroca, de los jamones Florus Solatium que cuelgan desde hace dos años en una torre de la catedral de Saint-Flour, en el departamento de Cantal. Según revela el diario regional La Montañaun representante regional de la asociación Arquitectos de los Edificios de Francia pidió recientemente su retirada, advirtiendo de varias cuestiones: según él, la grasa que se desprende del jamón deterioraría el edificio y plantearía problemas de seguridad en caso de incendio.
La génesis de esta extraña historia se remonta a 2022 y es una iniciativa del Abbé Philippe Boyer, rector del edificio durante 12 años, ahora párroco de la ciudad más grande de Aurillac. Tuvo que renovar el órgano de la catedral, que se encontraba en mal estado. La obra costaría decenas de miles de euros pero el municipio, propietario del órgano, no tenía dinero; tampoco el Estado, propietario del edificio, y menos aún la diócesis. El abad Boyer, que ya había instalado colmenas en el tejado de la catedral para producir miel, recurrió a Altitude, una cooperativa agrícola local.
Después de una ceremonia de bendición, unos 50 jamones envueltos fueron colgados de las vigas de un ático en la torre norte de la catedral, bajo la protección de San Antonio, patrón de los charcuteros. “El lugar era ideal para secarse, a casi 1.000 metros de altitud, en la catedral más alta de Europa, atrapada entre los vientos del Planèze y los de la Margeride”, explica Didier Boussaroque, presidente de la cooperativa. El mundo. Perfecto para fabricar un producto premium (se vende por unos 150 euros cada uno) frente a la “artillería industrial pesada”, afirmó. Los beneficios se utilizarían para financiar las obras de la catedral.
Mostrando la industria local
Detrás de la operación financiera se esconde también la imagen de una iglesia “cercana a los territorios rurales”, que trabaja para “valorar una filial local”, afirmó el Abbé Boyer, todo ello con el evidente apoyo del obispo de la diócesis, Didier Noblot, responsable de la misión rural. en la Conferencia Episcopal Francesa. “Estamos volviendo a los fundamentos de las grandes abadías que siempre han colaborado con el mundo agrícola”, afirmó el abad Boyer.
Por eso esta disputa ha adquirido el aire de una batalla del mundo rural contra una quisquillosa administración parisina. “Estamos en un país altamente administrado, con un lado un tanto invasivo a veces. Con un poco de buena voluntad por parte de todos, podríamos haber encontrado una solución que fuera sostenible, segura y que no perjudicara la buena voluntad de los demás.” dijo Philippe Delort, alcalde de la ciudad (sin etiqueta de partido). “El Ministro de Cultura ha pedido al Prefecto de Cantal que busque la manera de continuar este experimento con total seguridad, respetando la conservación del patrimonio.” El mundo Lo dijo el ministerio.
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