Estudio muestra que la antigua cultura mesoamericana tenía consanguinidad y sacrificios de niños
Análisis de ADN del singular lugar de enterramiento de un niño en Paquimé, un sitio arqueológico en el norte de Chihuahua, Méxicoha proporcionado información poco común y un ejemplo de los estrechos vínculos que existían entre las élites de la cultura Mogollón, cuyo pueblo habitó el antiguo sitio.

Además, se ha arrojado nueva luz sobre los rituales de sacrificio que se realizaban por un niño nacido de padres genéticamente relacionados, incluido el significado de estos rituales para quienes los llevaban a cabo.

Paquimé, también conocida como Casas Grandes, fue el centro político y ceremonial de la cultura Mogollón, una de las principales culturas prehistóricas del suroeste de Estados Unidos y el norte de México, durante los siglos XIII y XIV d.C.

El sitio inicialmente contenía docenas de conjuntos habitacionales, cada uno con un patio y un muro circundante. Estas viviendas construidas con adobe eran de un solo piso y compartían un sistema de agua comunal. Después de un incendio ocurrido alrededor de 1340, el sitio fue reconstruido con estructuras de varios pisos y alrededor de 2000 habitaciones adyacentes de adobe, canchas de pelota mesoamericanas con forma de letra “I”, plataformas cubiertas de piedra, montículos con forma de animales y un mercado.

Aunque Paquimé ha sido un punto focal de muchos estudios arqueológicos y un sitio de Patrimonio Mundial de la UNESCO desde 1998, se sabe poco sobre la composición genética y la organización social de quienes habitaron el antiguo sitio.

“Los arqueólogos han estudiado Paquimé durante décadas y han aprendido mucho sobre su ascenso y caída, la gente que vivió allí, sus prácticas rituales y más”, dijo el Dr. Jakob Sedig del Departamento de Biología Evolutiva Humana de la Universidad de Harvard, autor principal del estudio publicado en la revista Antiquity.

“Sin embargo, quedan muchas preguntas por responder, especialmente sobre la jerarquía social del sitio y cómo los habitantes de Paquimé estaban relacionados biológicamente entre sí y con sus vecinos”, agregó. Para responder a estas preguntas, el Dr. Sedig y sus colegas de varias instituciones en los EE. UU. y México realizaron un análisis de ADN del singular lugar de entierro del niño.

El entierro fue realizado por los habitantes de Paquimé en la “Casa del Pozo”, estructura considerada como el centro ceremonial del sitio debido a los objetos rituales que alberga y su conexión con un pozo sagrado subterráneo. Los investigadores plantearon la hipótesis de que la persona enterrada en esta estructura pertenecía a un linaje noble.

Los hallazgos más significativos del análisis fueron segmentos homocigotos excepcionalmente largos e inusuales (secuencias de ADN en el cromosoma paterno que son idénticas a las del cromosoma materno), lo que indica que los padres podrían haber sido parientes cercanos o parientes lejanos que, sin saberlo, heredaron segmentos de ADN idénticos de ancestros comunes.

“Este individuo tiene uno de los valores de homocigosidad más altos de todos los individuos antiguos publicados en el hemisferio occidental”, dijo el Dr. Sedig. “Esto significa que el niño tenía padres que eran más estrechamente relacionados que primos hermanos”.

En la mayoría de las sociedades, las relaciones de parentesco cercano se consideran tabú, pero no eran poco comunes entre las élites antiguas de muchas culturas y a menudo servían como símbolo de estatus o para preservar linajes.

Este caso, un sacrificio humano, sugiere que las élites de la cultura creían que sacrificar a un niño nacido de padres genéticamente relacionados del mismo linaje tenía un poder especial y que el sacrificio específico servía para realzar la santidad de una estructura de significado ritual.

Los hallazgos del estudio podrían tener implicaciones de gran alcance para comprender la organización social en el México precolombino antes de la llegada de los conquistadores españoles. “Estos resultados brindan una perspectiva única sobre la jerarquía social y las prácticas socio-religiosas en Paquimé”, concluyó el Dr. Sedig.

“Los próximos pasos en esta investigación son continuar analizando el ADN antiguo de individuos de Paquimé y del norte y oeste de México para ayudarnos a entender cómo los diferentes grupos se movieron y se mezclaron a través del tiempo”.



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