Los TCK (abreviatura de niños de tercera cultura) son un término que ha cobrado mucha popularidad en los medios de comunicación. Los TCK son inmigrantes de segunda generación, criados en una cultura diferente a la de sus padres o su país de nacionalidad (piense en: hijos de militares, diplomáticos, familias de misioneros o cualquier persona cuya familia se reubica en el extranjero debido a una colocación laboral), y a menudo se sienten como personas fuera de lugar sin un país. Tenía curiosidad por saber cómo es la vida de los TCK y qué sucede cuando crecen y se convierten en empresarios. Después de hablar con Kat Torre, una autoproclamada TCK, descubrí que sus trayectorias profesionales se caracterizan por una combinación de desafíos y ventajas.
1- El desafío de la culpa
“Los emprendedores de tercera cultura a menudo enfrentan el desafío único de perseguir sus sueños innovadores y al mismo tiempo honrar los sacrificios hechos por sus familias inmigrantes”, según Torre, experto en marcas de VéndeloMe dijo que su madre y sus abuelos son inmigrantes, todos ellos nacidos y criados en diferentes culturas y sistemas educativos, y que su influencia en la crianza de Kat contrastaba con muchos de los valores y creencias que encontró en los EE. UU.
Explica que el camino de los TCK como emprendedores de la tercera cultura está marcado por un conflicto inherente entre las expectativas profesionales tradicionales y el deseo de forjar su propio camino. Como emprendedora de la tercera cultura, Torre dice que entiende la culpa que conlleva seguir un camino poco convencional después de que sus padres sacrificaron tanto por una vida mejor. “Mi madre era inmigrante y todos mis abuelos eran inmigrantes que abandonaron su país de origen en busca de oportunidades en los EE. UU.”, agrega. “Tenían una visión específica para mi futuro, que incluía una carrera estable y seguridad financiera; sin embargo, después de graduarme de la escuela secundaria en medio del colapso económico de 2008, me di cuenta rápidamente de que un horario laboral tradicional de nueve a cinco no era para mí”.
Después de cursar brevemente una carrera de enfermería, Torre abandonó sus estudios para emprender una nueva empresa. No era la imagen de una carrera estable que su familia imaginaba, por decir lo menos. Torre admite que, cuando tenía veintitantos años, no lo manejó con gracia. “Tenía una lucha interna invisible por tener que adaptar mi mentalidad, gestionar mi energía y establecer mi propia visión, todo ello sin dejar de honrar mis raíces y los sacrificios que hizo mi familia originalmente”, confiesa. “Equilibrar la búsqueda de mis pasiones con un profundo sentido de obligación hacia el legado de mi familia ha sido un viaje continuo hasta el día de hoy, y ahora tengo más herramientas para poder expresar y comunicar esto de una manera más saludable, no solo con ellos, sino también conmigo misma”.
2- Ventajas de los altos niveles de empatía cultural
“Al crecer en una mezcla de culturas, los empresarios de tercera cultura aportan un mayor sentido de empatía y conciencia cultural a sus prácticas comerciales, lo que resulta invaluable cuando se trabaja con clientes diversos en un mundo cada vez más conectado y global”, declara Torre.
Cita estudios que demuestran que los niños de terceras culturas suelen tener mayores niveles de empatía debido a su exposición a una educación en mosaico, lo que hace que los emprendedores de terceras culturas sean más conscientes de las normas culturales. “Crecer expuesta a múltiples culturas, idiomas y cocinas me dio una perspectiva tan única que ahora puedo aportar cuando trabajo con clientes internacionales”, describe.
Explica que la empatía se traduce en una mayor conciencia y respeto por las normas culturales cuando se hacen negocios a nivel global, y en la comprensión de que lo que es normal para una persona puede no serlo (y a menudo no lo es) para otra. Por este motivo, su enfoque se basa fundamentalmente en la hospitalidad y su objetivo es hacer que los clientes se sientan bienvenidos y comprendidos, no solo realizar transacciones comerciales. Cree que la perspectiva global es un diferenciador clave para los empresarios de terceras culturas y les permite construir conexiones más sólidas y genuinas con clientes de todo el mundo.
3- Experto en trabajar con clientes internacionales
Torre insiste en que la formación en mosaico de los TCK les da una ventaja a la hora de desenvolverse en entornos dinámicos y fomenta una mentalidad global que puede transformar radicalmente el funcionamiento de una empresa. Al aceptar sus orígenes mixtos, afirma que los emprendedores de tercera cultura pueden infundir a sus emprendimientos inclusión, flexibilidad y una apreciación genuina de las normas culturales diferentes como algo que no hay que temer ni mirar con asombro, sino aceptar.
“Como emprendedora de tercera cultura, infundo una mentalidad global en todos los aspectos de cómo dirijo mi negocio”, señala. “Desde los valores y creencias que dan forma a la cultura de la empresa, hasta la forma en que nos comunicamos y colaboramos con un equipo ecléctico (muchos de los cuales son de tercera cultura), hasta los productos y servicios que ofrecemos a una clientela diversa, todo se ve a través de una lente multicultural. Esto altera fundamentalmente toda la operación en comparación con una empresa tradicional que podría considerarse culturalmente insular. Los emprendedores de tercera cultura celebran sus diferencias como una fuerza unificadora en lugar de un obstáculo a superar. No solo buscamos miembros del equipo “aptos” para la cultura, sino “contribuyentes” a la cultura.
4- El reto de mantenerse fiel a uno mismo
Menciona que el camino de un emprendedor de tercera cultura no está exento de desafíos. “Para mí, significó abandonar la escuela de enfermería en contra de las preocupaciones de mi familia por mi seguridad y renunciar a la estabilidad de una carrera tradicional. Simplemente no podía imaginarme en un entorno rígido de nueve a cinco después de haber sido criada con una perspectiva tan diversa, graduarme de la escuela secundaria en medio del colapso económico mundial, trabajar en hotelería para llegar a fin de mes y mudarme de ciudad en ciudad y de costa a costa en busca de lo que era para mí.
En cambio, se volvió hacia su interior y aprendió a gestionar estratégicamente su mentalidad y su energía para forjar su propio camino como empresaria. Recuerda que requirió una inmensa cantidad de autoconciencia, curiosidad, paciencia y devoción para honrar lo que era correcto para ella, a pesar de las presiones externas para adaptarse que giraban constantemente a su alrededor. “Aceptar mi origen y mis experiencias únicas me ha permitido enfrentar los desafíos de la vida y construir una carrera y una vida satisfactorias en mis propios términos”, concluye. “La confianza, como todo en la vida, es un trabajo interno, primero”.