Reseña de la película recién estrenada Last Summer – Cultura de Israel

A Anne (Lea Drucker), la heroína de El último verano de Catherine Breillat, que se estrena en Israel el 1 de agosto, le preguntan cuál es su mayor miedo y ella responde: “Que todo desaparezca, o peor aún, que yo haga todo lo posible para que todo desaparezca. Es mi teoría del vértigo. El vértigo no es el miedo a caer, es el miedo a la irreprimible tentación de caer. Es tan terrible que es mejor saltar para detener el miedo”.

Anne parece tenerlo todo. Vive con su marido Pierre (Olivier Rabourdin), un ejecutivo, en una preciosa casa en las afueras de París, donde cría a sus hijas asiáticas adoptadas.

También es una brillante defensora legal de menores en riesgo. Todo y cada persona en su vida es hermoso, especialmente su hermoso vestuario, y tiene un par de tacones que combinan con cada vestido. Incluso su cafetera tiene un aspecto elegante.

Pero entonces su hijastro de 17 años, Theo (Samuel Kircher), viene a vivir con ellos, y sus peores temores pronto se hacen realidad; comienza a poner en riesgo todo lo bueno de su vida.

Él es un chico sin rumbo, lleno de resentimiento hacia su padre por haber abandonado a su madre y destinado a suspender sus exámenes de ingreso si algún día los presenta. Pero también es guapo y sexy, y ella se enamora de él en una apasionada relación sexual.

(crédito: INGIMAGE)

La película es la historia de su relación ilícita e inmoral, del tipo que alguna vez se despreciaba cuando el más joven era un adolescente varón, pero que ahora se considera un delito grave.

Rompiendo un límite tras otro

Uno de los aspectos más inquietantes de la película no son las escenas sexuales, sino el hecho de que no queda claro cómo debemos reaccionar ante ellas. A medida que Anne rompe un límite tras otro, nos vemos arrastrados a su deseo, y tiene sentido que su vida ordenada no la satisfaga y que no pueda resistirse a este chico cuando él da el primer paso.

Pero es en la disolución de la relación cuando queda claro que su verdadero delito no es físico –sé que, técnicamente, lo es– sino emocional, pues ella le niega que haya habido alguna conexión entre ellos. Cuando él intenta conocerla mejor y le pregunta sobre su primer amante, ella dice que no quiere hablar de eso. “Algunas cosas nunca deberían haber sucedido”, dice, a lo que él responde: “¿Como nosotros?”. Ella lo calla con un “No existe un nosotros”, a lo que él responde: “Para mí, sí lo hay”.

A medida que la historia va tomando un rumbo cada vez más desfavorable, hay momentos en los que uno empieza a desear que ella se escape sin tener que enfrentarse a consecuencias legales o personales. Este aspecto de la película me recuerda a la segunda escena más famosa de Psicosis, de Alfred Hitchcock, cuando Norman Bates hunde el coche de su víctima en un lago y, por un momento, parece que va a flotar, pero uno espera que se hunda.

Se necesita habilidad para evocar emociones tan contradictorias en el público, y Breillat, conocida por sus primeras películas, Romance y Fat Girl, donde explora aspectos igualmente tabú de la sexualidad femenina, sin duda la tiene. Sus películas están llenas de emociones crudas y nunca permite que el espectador se sienta complaciente.

Los dos protagonistas, Lea Drucker y Samuel Kircher, ofrecen actuaciones muy logradas al interpretar personajes que fácilmente podrían haber parecido caricaturas. La historia de amoríos entre una mujer mucho mayor y un adolescente se cuenta con más frecuencia en las películas en estos días, y es difícil decir si eso se debe a que realmente está sucediendo más en la vida real o porque es un tema nuevo con el que los cineastas pueden jugar.

Last Summer guarda algunas similitudes con la película del año pasado de Todd Haynes, May December, protagonizada por Julianne Moore y Natalie Portman. La película cuenta la historia de una mujer que confesó su culpabilidad, se casó con el muchacho y, en cierto sentido, arruinó su vida robándole su juventud. En Last Summer, la mujer arruina la vida del muchacho al no reconocer su culpabilidad en una historia compleja y bien hecha sobre una aventura que nunca debería haber sucedido.

Hasta los últimos momentos de El último verano, Breillat lleva al público a un viaje lleno de conflictos que refleja el de la heroína, que oscila entre ser simpática y sumamente antipática de un momento a otro.

Una nota más: en los muchos años que llevo criticando películas, nadie me ha preguntado nunca quién es el productor de una película y, por lo general, no lo menciono. Sin embargo, voy a hacer una excepción con Said Ben Said, el productor francés musulmán nacido en Túnez de El último verano.

Un productor que habla abiertamente sobre Israel

Ha sido franco al respecto El antisemitismo en el mundoparticularmente entre los musulmanes, y ha trabajado con directores israelíes y participado en festivales de cine israelíes, como el Festival de Cine de Jerusalén, donde formó parte del jurado en 2017. Y ha pagado un precio.

En noviembre, escribió en un artículo de opinión para Le Monde que había recibido una invitación para presidir el jurado del 28º Festival de Cine de Cartago en Túnez, pero que le habían revocado la invitación. “Hay que reconocer que el mundo árabe es, en su mayoría, antisemita. Este odio a los judíos se ha redoblado en intensidad y profundidad no a causa del conflicto árabe-israelí, sino con el auge de una determinada visión del Islam”, escribió.

Si condenamos a quienes son antisemitas, entonces le debemos a creadores como Ben Said celebrar su valentía.



Fuente