Abordar las externalidades corporativas para una economía sostenible

Las externalidades, o gastos creados por una entidad pero soportados por otra, se están volviendo cada vez más comunes en el panorama empresarial y a menudo resultan en impactos ambientales y sociales. Muchas empresas en el economia global están aprovechando estas externalidades para aumentar las ganancias, por ejemplo, subcontratando la producción a países con regulaciones ambientales más flexibles. Sin embargo, esta estrategia conduce a efectos perjudiciales como la contaminación, la deforestación y la aceleración del cambio climático.

En el frente social, las empresas que explotan mano de obra barata en los países en desarrollo a menudo contribuyen a malas condiciones de vida, bajos salarios y entornos laborales inseguros. A pesar de estos efectos adversos, algunas empresas crean externalidades positivas, como las empresas de energía renovable que contribuyen a mejorar la calidad del aire y ralentizar el cambio climático, sin recibir compensación directa.

Es crucial cambiar el énfasis hacia la internalización de estas externalidades. Las empresas pueden garantizar prácticas comerciales sostenibles aceptando la responsabilidad de sus impactos más amplios. Este cambio también es beneficioso para el mercado, ya que los consumidores son cada vez más conscientes de los orígenes de los productos y están dispuestos a pagar más por productos de origen ético.

Como parte de este cambio, cuerpos reguladores y los gobiernos deben incorporar los costos sociales y ambientales en las políticas empresariales. Al hacerlo, nuestro medio ambiente y nuestro bienestar social estarán mejor salvaguardados, fomentando una economía global más responsable.

Ejemplos como el de la industria del plástico muestran que las empresas están cambiando la carga de costos de las externalidades. Al promover el reciclaje, los altos costos de desarrollar nuevo envase son empujados a los consumidores, lo que hace que la sociedad sea la más afectada por los impactos de la contaminación plástica. Esta tendencia es visible en todas las industrias y refleja un patrón preocupante en las prácticas económicas modernas, que conduce a un futuro insostenible. Sin embargo, no se puede responsabilizar a las empresas por sí solas. Las regulaciones laxas o su aplicación insuficiente permiten a las corporaciones trasladar las consecuencias de sus acciones al público, lo que complica aún más esta cuestión.

Las iniciativas de responsabilidad social corporativa (RSE) destacan la necesidad de prácticas comerciales sostenibles. Sin embargo, persiste el escepticismo sobre las empresas que utilizan la RSE como una maniobra de marketing para enmascarar comportamientos problemáticos subyacentes.

Abordar las externalidades empresariales para la sostenibilidad

La solución incluye hacer cumplir regulaciones más estrictas, redefinir los modelos de negocios para incorporar prácticas responsables y fomentar una cultura social que valore la sostenibilidad y la justicia por encima del mero beneficio.

Otra externalidad importante son las emisiones de carbono. La energía alimentada con carbón, cuyo precio es de 10 dólares, puede causar daños por valor de 8 dólares al medio ambiente y a la salud humana. Fijar un precio al carbono para que las empresas sean responsables de su daño ambiental enfrenta desafíos en la medición y desigualdades inherentes. Sin embargo, establecer un sistema que responsabilice a las empresas por los daños ambientales es un imperativo tanto moral como financiero.

El principio de “quien contamina paga”, o incluir el costo externo en el precio de los bienes, puede impulsar a las empresas hacia una producción más limpia y sostenible. Implementar una política de este tipo es un desafío debido a las complejidades de estimar los daños por contaminación y las cuestiones de justicia y equidad. A pesar de estos desafíos, un modelo de fijación de precios que tenga en cuenta las externalidades de las emisiones de carbono es crucial para la sostenibilidad a largo plazo.

Una mayor responsabilidad corporativa, estructuras de gobernanza, cambios de políticas, decisiones de inversión y comportamientos de los consumidores respetuosos del medio ambiente pueden hacer que las empresas rindan cuentas de sus externalidades negativas. Además, la introducción de regulaciones y estándares ambientales más estrictos puede instar a las corporaciones a minimizar sus huella ambiental.

La participación del consumidor juega igualmente un papel importante. Al optar por apoyar a las empresas con prácticas sostenibles, se puede estimular el cambio en el comportamiento corporativo. Los gobiernos y los organismos internacionales también desempeñan un papel en el establecimiento y aplicación de normas éticas y ambientales. Estas iniciativas pueden conllevar gastos iniciales, pero los beneficios económicos y ambientales a largo plazo hacen que valga la pena invertir.

Algunas empresas afirman que “les va bien haciendo el bien”, o que generan beneficios y al mismo tiempo generan un impacto social positivo. Estos enfoques fomentan relaciones sólidas y confiables entre la empresa y las partes interesadas y pueden generar cambios positivos en la comunidad empresarial. Sin embargo, a menudo se descubre que las empresas que defienden este espíritu tienen mayores huellas de carbono y cometen más violaciones ambientales, lo que indica una brecha entre los lemas verdes y las acciones ecológicas reales. Esta discrepancia resalta la necesidad urgente de regulaciones ambientales más estrictas y efectivas.

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