Investing.com – En los últimos meses, los economistas se han mostrado cautelosamente optimistas y han celebrado la contención de la inflación tras un período turbulento. Sin embargo, la perspectiva de los aranceles amenaza con socavar este progreso, reavivando potencialmente las presiones inflacionarias.
Si bien los aranceles a menudo se consideran aumentos puntuales de precios similares a impuestos especializados sobre las ventas, su influencia sobre la inflación es mucho más compleja y generalizada.
Los analistas de la UBS advierten que el impacto de los aranceles se extiende más allá del aumento inmediato de los precios al nivel del consumidor, creando efectos dominó que pueden exacerbar la inflación a través de múltiples canales.
En esencia, los aranceles funcionan como impuestos sobre los bienes importados y el costo generalmente se traslada a los consumidores. Esto conduce a un aumento inicial de los precios, que podría parecer un cambio temporal en el nivel de precios en lugar del tipo de inflación sostenida que temen los economistas.
Sin embargo, el impacto inflacionario real de los aranceles no es tan sencillo. Una mirada más profunda revela cómo los aranceles pueden fomentar una inflación impulsada por las ganancias, aumentar los salarios, reducir la competencia en el mercado y desestabilizar las cadenas de suministro, todo lo cual contribuye a un ciclo inflacionario de más largo plazo.
Uno de los efectos de los aranceles es su capacidad para facilitar la inflación impulsada por las ganancias. Cuando se introduce un arancel, los consumidores suelen esperar un aumento proporcional de los precios, creyendo que un arancel del 10% debería dar lugar a un aumento correspondiente del 10% en el costo de los bienes.
Sin embargo, los aranceles se imponen sobre el precio de importación y no sobre el precio al consumidor final, lo que significa que el impacto real sobre los precios minoristas debería ser mucho menor.
Por ejemplo, un arancel del 10% aplicado al precio de importación (a menudo mucho menos de la mitad del precio al consumidor) debería traducirse en un aumento de menos del 5% a nivel minorista. En realidad, las empresas frecuentemente utilizan la imposición de aranceles como una oportunidad para aumentar los precios más allá de lo que justifica el aumento de costos, aumentando sus márgenes de ganancia.
Los analistas de la UBS señalan que este mecanismo permite a las empresas ocultar los motivos detrás de la historia de los aranceles, lo que genera una inflación que no es impulsada por mayores costos sino por ganancias infladas.
Este aumento de los precios, ya sea directamente debido a los aranceles o inflados de manera oportunista por las empresas, a menudo tiene un efecto de segundo orden en el mercado laboral, desencadenando demandas salariales más altas.
Es probable que los trabajadores, al ver erosionado su poder adquisitivo por los precios más altos de los bienes afectados por los aranceles, presionen para lograr aumentos salariales para compensar el aumento del costo de vida.
Cuando los aranceles son de base amplia y afectan a una amplia gama de productos y sectores, estas demandas salariales pueden generalizarse, influyendo tanto en los sectores comercializados como en los no comercializados de la economía.
A medida que las empresas responden a los mayores costos laborales elevando aún más los precios, la economía corre el riesgo de entrar en una espiral salario-precio, en la que los aumentos de salarios y precios se retroalimentan continuamente. La UBS señala que esta dinámica puede arraigarse profundamente, dificultando que la inflación disminuya una vez que el ciclo ha comenzado.
Más allá del impacto inmediato sobre los precios y los salarios, los aranceles también tienen un efecto más insidioso sobre la competencia en el mercado, lo que a su vez alimenta la inflación. Al imponer barreras a los bienes importados, los aranceles reducen las presiones competitivas que normalmente ayudan a mantener los precios bajo control.
Cuando las empresas extranjeras enfrentan aranceles punitivos, es posible que se vean disuadidas de ingresar o mantener una presencia en un mercado donde enfrentan un impuesto sobre las ventas perjudicial.
Incluso después de que se levanten los aranceles, el daño a la competencia puede ser duradero, ya que las empresas dudan en reinvertir en mercados donde alguna vez enfrentaron medidas proteccionistas.
Esta competencia reducida da a las empresas nacionales más margen de maniobra para subir los precios sin temor a verse socavadas por alternativas extranjeras más baratas. Los analistas de la UBS sostienen que esta reducción a largo plazo de la competencia puede crear un entorno más inflacionario, ya que las empresas disfrutan de un mayor poder de fijación de precios en ausencia de presiones externas para mantener bajos los costos.
Además de estos factores del lado de la demanda, los aranceles también ejercen presión inflacionaria del lado de la oferta al alterar las cadenas de suministro globales. Las economías modernas dependen de redes de suministro profundamente integradas, en las que las materias primas y los componentes cruzan múltiples fronteras antes de ensamblarse en productos terminados. Cuando los aranceles aumentan el costo de las importaciones, elevan los costos de los insumos para los fabricantes, que luego se trasladan a los consumidores.
Este efecto puede ser particularmente pronunciado en industrias donde la cadena de suministro es compleja y global, como la electrónica y los automóviles.
Según los analistas de la UBS, la inflación del lado de la oferta causada por los aranceles puede ser especialmente dañina porque no sólo eleva los precios de productos individuales sino que también perturba el flujo eficiente de bienes a través de las fronteras, lo que genera más cuellos de botella y aumentos de costos en toda la economía.
En conjunto, estas dinámicas ilustran cómo los aranceles pueden hacer mucho más que crear un aumento puntual en los precios. Interactúan con fuerzas económicas más amplias, amplificando las presiones inflacionarias de maneras tanto directas como indirectas.
Al permitir aumentos de precios impulsados por las ganancias, impulsar las demandas salariales, sofocar la competencia y alterar las cadenas de suministro, los aranceles contribuyen a un aumento sostenido de los precios que va más allá de su efecto inmediato. Al sopesar los posibles beneficios de las medidas proteccionistas frente al riesgo de inflación, las autoridades deben tener en cuenta estas complejas interacciones.
Los analistas de la UBS subrayan la importancia de considerar estos riesgos inflacionarios, especialmente en una economía global que aún se recupera de los recientes episodios de inflación. Si bien los aranceles pueden servir como herramienta para proteger las industrias nacionales o aumentar los ingresos del gobierno, su impacto económico más amplio puede reavivar la inflación justo cuando parece estar estabilizándose.
Para los gobiernos y los bancos centrales, gestionar estos riesgos será esencial para mantener la estabilidad económica y evitar un retorno al entorno de alta inflación que muchos están ansiosos por dejar atrás.