Desde que comenzó la guerra de Ucrania, Estados Unidos y sus aliados (principalmente estados occidentales) han aumentado constantemente las sanciones a Rusia, con el objetivo de aislar económicamente a Moscú. La estrategia consiste en sofocar los ingresos procedentes de las exportaciones de gas y petróleo, reduciendo los fondos del presidente Putin para financiar la guerra. En teoría, esto debería obligar a Rusia a dejar de luchar una vez que se quede sin dinero. Sin embargo, en la práctica es mucho más complicado y evaluar la efectividad de estas sanciones sobre la economía rusa plantea un desafío.

Una distinción importante al evaluar las sanciones es que el petróleo y el gas son dos categorías separadas, no productos. El impacto en el petróleo difiere del impacto sobre el gas, y dentro del gas, las sanciones afectan al gas natural canalizado de manera diferente que al GNL. El impacto económico general es distinto del efecto sobre exportaciones de petróleo y gas, ya que las ventas y los ingresos están influenciados por factores del mercado y decisiones tomadas por el Kremlin, Washington y los parlamentos occidentales. Por ejemplo, Europa había planeado reducir las importaciones de petróleo y gas para 2030 para cumplir los objetivos climáticos incluso antes de la guerra, lo que habría llevado a una disminución de los ingresos del petróleo y el gas de Rusia en miles de millones de dólares al año, independientemente de las sanciones.



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