Investing.com — China, considerada durante mucho tiempo como una potencia que impulsa el crecimiento económico mundial, se enfrenta ahora a una caída de la confianza y el gasto de los consumidores, dijeron los analistas de Piper Sandler en una nota.
Las fuerzas detrás de este cambio —que van desde un mercado inmobiliario en problemas hasta un entorno laboral lento— no sólo están transformando la economía interna de China, sino que también proyectan una larga sombra sobre el panorama económico mundial.
“Mientras que la debilidad del mercado inmobiliario y de las acciones deprime la confianza y el consumo, Pekín está decidido a mantener abiertas las fábricas”, dijeron los analistas de Piper Sandler.
Durante años, el sector inmobiliario ha sido una piedra angular de la acumulación de riqueza y la vitalidad económica en China. Sin embargo, a medida que los valores de las propiedades se desploman y los precios de las acciones siguen bajo presión, la riqueza de los hogares se está reduciendo, lo que conduce a una marcada caída de la confianza de los consumidores.
Esta pérdida de confianza se está traduciendo directamente en una reducción del gasto de consumo, una tendencia preocupante para una economía que ha dependido cada vez más del consumo interno para su crecimiento.
El problema se agrava por el débil panorama laboral de China. Los persistentes desafíos del mercado laboral están alimentando la incertidumbre entre los consumidores, que están respondiendo ahorrando más y gastando menos.
De hecho, las tasas de ahorro han alcanzado niveles récord, una clara indicación de la ansiedad generalizada entre los consumidores chinos sobre su futuro económico.
Esto está frenando aún más la actividad económica, creando un círculo vicioso de baja confianza, alto ahorro y bajo gasto.
Las ramificaciones de la débil base de consumidores de China se extienden mucho más allá de sus fronteras y crean ondas expansivas en toda la economía global.
A medida que los consumidores chinos se aprietan el cinturón, los efectos dominó se sienten en los países y las empresas que han llegado a depender de la demanda china como motor clave del crecimiento.
La reducción del gasto de consumo en China implica una menor demanda de importaciones, lo que a su vez afecta la dinámica del comercio mundial y sofoca el crecimiento económico en otras naciones.
Además, China se enfrenta actualmente a un exceso de inventarios tanto de bienes de consumo como de materias primas industriales.
Este superávit no es sólo un problema interno: también plantea riesgos deflacionarios para los mercados mundiales.
Con la acumulación de exceso de bienes, existe una creciente presión para reducir los precios, lo que podría desencadenar una espiral deflacionaria en los mercados globales, exacerbando aún más los desafíos económicos en todo el mundo, dijo Piper Sandler.
Los mercados de lujo también están sintiendo la presión. China, que en su día fue una fuerza importante en el gasto mundial en lujo, está experimentando una contracción del consumo opulento.
El apetito chino por los productos de alta gama ha disminuido, lo que plantea desafíos para las marcas de lujo que tradicionalmente han dependido del mercado chino para obtener porciones significativas de sus ingresos.
A medida que los consumidores chinos se vuelven más cautelosos, estas marcas de lujo globales enfrentan una disminución de las ventas y una presión financiera, lo que resalta el impacto de largo alcance de la desaceleración económica de China.
La industria automotriz es un claro ejemplo de los efectos mixtos de la crisis económica de China. Si bien la sólida cartera de vehículos eléctricos de China está dando cierto impulso, el mercado automotriz en general está en dificultades.
El debilitamiento del gasto de los consumidores, sumado a una fuerte campaña de “Compre productos chinos”, está creando un entorno difícil para los fabricantes de automóviles extranjeros.
Este cambio en el comportamiento del consumidor está provocando una pérdida de cuota de mercado para las marcas extranjeras y ejerciendo presión sobre su rentabilidad.
El sector de consumo discrecional es otro ámbito en el que el impacto se está sintiendo con fuerza. Las empresas estadounidenses con una exposición significativa al mercado chino han visto cómo su rendimiento se reducía a medida que la caída del gasto de consumo chino pasaba factura.
La incertidumbre económica en China está afectando los resultados financieros de estas empresas, lo que pone de relieve la naturaleza interconectada de los mercados globales y las vulnerabilidades específicas de las corporaciones multinacionales que dependen en gran medida de los consumidores chinos.
En medio de estos desafíos económicos, el entorno político de China se inclina más hacia la regulación que hacia el estímulo. En los últimos meses, el gobierno chino ha introducido una serie de nuevas regulaciones, en lugar de tomar medidas agresivas para estimular el crecimiento.
Este énfasis regulatorio, si bien apunta a mantener el control, contrasta marcadamente con la necesidad de estimulación económica ante una economía en desaceleración.
La falta de medidas sustanciales de flexibilización sugiere que Beijing está priorizando la estabilidad por sobre la expansión económica agresiva, incluso cuando el crecimiento sigue siendo lento.
A largo plazo, China se enfrenta a retos formidables. Varios factores pesan considerablemente sobre la economía, entre ellos el desmantelamiento de la burbuja inmobiliaria, el empeoramiento de la demografía y la disminución de la inversión extranjera directa.
Es probable que estos problemas estructurales persistan, lo que dificultará que China recupere su antiguo impulso económico.
Si bien una crisis financiera parece poco probable dado el estricto control que ejerce el gobierno chino, es probable que las presiones actuales sigan lastrando el crecimiento global, en particular para las empresas multinacionales que han contado con China como un motor clave de crecimiento.