De cara al futuro, la economía alemana seguirá oscilando entre la esperanza y la desesperación. La reciente caída de los indicadores de confianza ha sido claramente una decepción. Con la pérdida de impulso de las economías estadounidense y china, junto con las nuevas tensiones comerciales, hay muy pocas esperanzas de una fuerte recuperación impulsada por las exportaciones. Además, los débiles pedidos industriales, los altos niveles de inventario y los ahorros preventivos siguen pesando sobre la economía. Además, el creciente número de insolvencias y los anuncios de reestructuraciones laborales por parte de empresas individuales siguen colgando como la espada de Damocles sobre el mercado laboral este año.
Sin embargo, a pesar de un débil comienzo de la segunda mitad del año, no hay que descartar posibles sorpresas positivas. De hecho, los datos extremadamente débiles de mayo podrían haber sido exagerados debido a los numerosos días festivos y fines de semana largos. Además, solo se necesita una pequeña mejora en las carteras de pedidos industriales para que la producción industrial vuelva a crecer, es cierto que desde niveles bajos. El mayor aumento de los salarios reales en más de una década también debería acabar relajando incluso las billeteras tradicionalmente muy ajustadas de los consumidores alemanes.
En conjunto, los datos de hoy confirman una vez más que Alemania es el país con menor crecimiento de la eurozona. Atrapada entre obstáculos cíclicos y estructurales, no hay una salida fácil de este largo estancamiento. No obstante, todavía es posible un repunte en la segunda mitad del año, aunque es muy poco probable que sea fuerte.