El mercado de valores de China está atravesando un resurgimiento de magnitud histórica, impulsado por una serie de cambios de políticas sin precedentes que han inyectado nueva vitalidad a una economía que durante mucho tiempo parecía estancada. En los últimos días de septiembre de 2024, una confluencia de flexibilización monetaria, ajustes regulatorios y estímulo fiscal orquestada por Beijing desató una avalancha de capital, restaurando aproximadamente 1,8 billones de dólares en valor en sus principales bolsas de valores. Lo que alguna vez fue un mercado agobiado por desafíos estructurales –que iban desde el malestar del sector inmobiliario hasta el debilitamiento de la confianza de los consumidores y las dificultades financieras de los gobiernos locales– fue testigo de un fuerte cambio.
El mercado se ha visto galvanizado por lo que muchos perciben como un cambio decisivo por parte de Beijing, lo que ha provocado una creencia generalizada de que el liderazgo chino finalmente está preparado para intervenir de manera más agresiva. El repunte del índice Hang Seng, el compuesto de Shanghai y el CSI 300 ha sido nada menos que espectacular, lo que plantea una pregunta clave: ¿es este el comienzo de un mercado alcista sostenible o simplemente un aumento temporal impulsado por el sentimiento y la liquidez?
Este dramático cambio se puso en marcha el 24 de septiembre, cuando el Banco Popular de China (PBOC) hizo una intervención audazseguido de una sorprendente reunión del Politburó apenas dos días después. Los dos acontecimientos marcaron una clara ruptura con las recientes estrategias de gestión económica, señalando la disposición de Beijing a emplear una gama más amplia de herramientas para estabilizar los mercados y reavivar el crecimiento.
Las acciones del Banco Popular de China marcaron la pauta con un agresivo paquete de flexibilización que incluía una reducción del coeficiente de reservas obligatorias (RRR) para los bancos comerciales, recortes de las tasas hipotecarias para los préstamos existentes y nuevos mecanismos de liquidez destinados a respaldar los mercados de capital. Se prevé que sólo el recorte del RRR inyectará aproximadamente 1 billón de yuanes (141 mil millones de dólares) en el sistema bancario, mientras que las reducciones de las tasas hipotecarias están diseñadas para aliviar la carga financiera de unos 50 millones de hogares, estimulando así el consumo. Más notablemente, el banco central introdujo políticas estructurales, como un servicio de 500 mil millones de yuanes para facilitar la compra de acciones por parte de inversores institucionales, una medida sin precedentes destinada a estabilizar los mercados de capital.
Sin embargo, fue la reunión del Politburó del 26 de septiembre la que solidificó el cambio de sentimiento. El presidente Xi Jinping pidió una reactivación económica integral e instó a los funcionarios a apoyar a las empresas privadas, aliviar las dificultades financieras de los gobiernos locales y restaurar la confianza de los consumidores. Esta fue una señal clara de que Beijing había pasado de su enfoque anterior, más mesurado, a un esfuerzo a toda velocidad para reactivar el impulso económico.
Los comentarios inusualmente sinceros de Xi transmitieron una sensación de urgencia, sugiriendo que el gobierno estaba dispuesto a asumir mayores riesgos económicos para revertir la actual desaceleración. Para los mercados, este fue un momento decisivo, que marcó el fin del enfoque conservador de Beijing en favor de una postura más proactiva.
La respuesta del mercado fue inmediata y abrumadora. El 30 de septiembre, el índice Hang Seng subió un 2,4 por ciento, coronando una ganancia mensual del 17 por ciento, su mejor desempeño desde noviembre de 2022. Al mismo tiempo, el índice compuesto de Shanghai avanzó un 8,1 por ciento y el índice CSI 300 saltó un 8,5 por ciento. Cada uno de estos índices ha entrado ahora en territorio de mercado alcista, habiendo ganado más del 20 por ciento desde los mínimos recientes.
Este repunte estuvo marcado no sólo por el aumento de los precios de las acciones sino también por un aumento notable en los volúmenes de negociación. El volumen de negocios combinado en Shanghai y Shenzhen alcanzó un récord de 2,6 billones de yuanes (370.600 millones de dólares), lo que subraya la ola de capital que ha inundado el mercado.
Esta afluencia de capital, impulsada tanto por inversores minoristas nacionales como por fondos institucionales, ha impulsado el impulso ascendente del repunte. Las principales instituciones financieras, incluidas UBS y Nomura, han revisado sus objetivos de fin de año para índices chinos clave, lo que refleja una creciente confianza en el giro político de Beijing. La creencia predominante es que la repentina relajación de los controles del mercado inmobiliario, la flexibilización de la política monetaria y la inyección directa de liquidez en los mercados de capital señalan un giro decisivo en la filosofía económica de China. El gobierno, que alguna vez se centró en desapalancarse y frenar el exceso de estímulo, ahora parece estar dando prioridad al crecimiento.
La pregunta crítica ahora es si este repunte es el comienzo de una recuperación sostenida o simplemente un aumento temporal impulsado por la liquidez y el sentimiento del mercado. A primera vista, hay motivos para el optimismo. Los analistas destacan varios factores estructurales que sugieren que el repunte podría perdurar, al menos en el corto plazo.
El primero de estos factores es el fuerte catalizador político. El compromiso de Beijing de lograr la estabilidad económica a través de medidas fiscales y monetarias proporciona un apoyo continuo, particularmente para sectores como infraestructura, maquinaria de construcción y acero, que se espera que se beneficien de la inversión liderada por el gobierno. Además, la estrategia industrial de China se centra en impulsar la innovación tecnológica y el desarrollo de energías renovables: es probable que industrias como el hardware impulsado por IA, las tecnologías de conducción autónoma y las baterías de estado sólido desempeñen un papel central en la trayectoria económica del país.
Los patrones de entradas de capital añaden otra capa de optimismo. Los inversores institucionales, particularmente a través de fondos cotizados en bolsa (ETF) que siguen los principales índices chinos como el CSI 300 y el A50, se están posicionando para un repunte del mercado más prolongado. También se espera que el ETF CSI 500, que cubre acciones de mediana capitalización, atraiga un interés significativo, particularmente en sectores en crecimiento como el farmacéutico, la manufactura avanzada y las nuevas energías.
Por último, los factores externos están creando vientos de cola favorables para las acciones chinas. Históricamente, el giro de la Reserva Federal de Estados Unidos hacia la flexibilización monetaria ha desencadenado entradas de capital a los mercados emergentes, y China no es una excepción. A medida que aumenta la liquidez global, es probable que las acciones chinas, en particular las acciones de gran capitalización en los sectores manufacturero, de materias primas y de tecnología, atraigan un renovado interés extranjero. La demanda mundial de metales industriales como el cobre y el aluminio (insumos clave en las industrias manufacturera y de energía renovable) respalda aún más esta perspectiva.
En conjunto, estos acontecimientos sugieren que el reciente repunte puede estar sostenido por factores estructurales más profundos, ya que el capital continúa fluyendo hacia sectores clave para el crecimiento, lo que refuerza la opinión de que este repunte es más que un fenómeno transitorio. Sin embargo, si bien hay motivos para el optimismo, la trayectoria a largo plazo del mercado de valores de China dependerá de si el gobierno puede abordar varios desafíos económicos profundamente arraigados.
La primera cuestión, y quizás la más apremiante, es la continuidad de las políticas. Si bien las intervenciones recientes han brindado un impulso a corto plazo, sostener el repunte requerirá reformas fiscales y estructurales en curso. Las inyecciones de liquidez y los recortes de tasas han aliviado parte de la presión sobre las empresas inmobiliarias y los hogares fuertemente endeudados, pero no resuelven los problemas más profundos que afectan a la economía de China.
El sector inmobiliario sigue siendo un riesgo importante. Los precios de las viviendas en muchas ciudades siguen cayendo y los promotores están agobiados por una deuda sustancial. Sin más reformas, un deterioro del mercado inmobiliario podría fácilmente revertir las ganancias observadas en los mercados de valores.
Además, los fundamentos macroeconómicos más amplios siguen siendo frágiles. La actividad manufacturera ha seguido disminuyendo, y el índice oficial de gerentes de compras (PMI) de China mostró en septiembre su quinto mes consecutivo de contracción. Esto pone de relieve la naturaleza desigual de la recuperación de China, con una divergencia cada vez más marcada entre el desempeño del mercado de valores y los fundamentos económicos. Sin una reactivación más amplia de la actividad económica, el repunte actual podría desvanecerse.
Los riesgos geopolíticos también cobran gran importancia. La rivalidad estratégica entre China y Estados Unidos sigue siendo intensa y cualquier nueva escalada de las tensiones o sanciones comerciales podría socavar la confianza del mercado. Al mismo tiempo, una desaceleración económica mundial –impulsada por presiones inflacionarias y condiciones financieras más restrictivas– podría debilitar la demanda de exportaciones chinas, agravando los desafíos que enfrenta la frágil recuperación de China.
Es difícil evitar las comparaciones con el mercado de valores japonés de finales de los años 1980. En aquel entonces, una política monetaria agresiva impulsó auges especulativos, sólo para que el mercado japonés colapsara cuando quedaron sin resolver problemas estructurales más profundos, particularmente en torno a la deuda. De manera similar, la prolongada flexibilización monetaria de la Reserva Federal de Estados Unidos después de la crisis financiera de 2008 provocó una rápida inflación de activos, pero la verdadera recuperación sólo se produjo después de importantes reformas financieras.
China se encuentra ahora en una encrucijada similar. El repunte de su mercado bursátil podría ser el primer paso hacia una recuperación más sostenida, pero sólo si el gobierno puede implementar correcciones estructurales a más largo plazo. Para las autoridades locales, será necesaria una reestructuración de la deuda mediante bonos especiales u otras herramientas fiscales para brindar alivio, pero Beijing necesita revisar fundamentalmente su modelo fiscal-impositivo para abordar las causas profundas de la crisis de deuda. Fortalecer las redes de seguridad social e implementar reformas hukou también será esencial para desbloquear el gasto de los hogares y sostener el crecimiento económico a largo plazo.
El sector inmobiliario también exige atención continua. Si bien las recientes medidas de Beijing han ayudado a estabilizar el mercado, se requieren más acciones para evitar una desaceleración prolongada. El inventario de viviendas no vendidas debe absorberse, ya sea a través de programas de vivienda pública o soluciones impulsadas por el mercado, para restaurar la liquidez del sector y evitar un colapso de los precios de la vivienda.
En conclusión, si bien el mercado de valores de China ha experimentado un notable resurgimiento, sostener este impulso requerirá algo más que un estímulo a corto plazo. El éxito a largo plazo de este repunte –y, por extensión, de la recuperación económica más amplia de China– depende de la capacidad de Beijing para implementar reformas estructurales significativas. Los próximos meses revelarán si el reciente giro político puede generar un cambio económico duradero o si el aumento actual resultará fugaz.