La OTAN y la disuasión económica – POLITICO

En este punto, también vale la pena recordar algo de historia: el Comité de Coordinación para el Control Multilateral de las Exportaciones (o CoCom) fue creado en 1949 por los miembros de la OTAN como respuesta a la creciente amenaza de la Unión Soviética. Su objetivo era controlar la disponibilidad de tecnología de uso militar para los países del Pacto de Varsovia.

Por supuesto, mucho ha cambiado desde la Guerra Fría y la disolución del CoCom, pero con el resurgimiento de la inseguridad global, los aliados occidentales harían bien en revisar esa historia y evaluar hasta qué punto el enfoque de la guerra económica posterior a la Guerra Fría sigue siendo adecuado para los propósitos geopolíticos y de seguridad internacional actuales.

En los últimos 20 años, el uso de sanciones ha sido, para la mayoría de los aliados occidentales, una herramienta de comunicación utilizada para apoyar objetivos de política exterior. Por lo tanto, la responsabilidad de su uso ha recaído en los ministerios de asuntos exteriores. Sólo después de la invasión a gran escala de Ucrania por parte de Rusia, los aliados han tratado de utilizar las sanciones, primero como una herramienta de disuasión (que fracasó) y luego como una contramedida para influir en el curso de la guerra y reducir la capacidad operativa de Rusia para combatir. Se trata de dos objetivos muy diferentes, adecuados para dos formas de pensar muy diferentes.

Este cambio en el resultado deseado del uso de sanciones está vinculado a la necesidad de un cambio fundamental de actitud en términos de la amenaza que enfrentamos. En pocas palabras, Occidente está en guerra económica con Rusia. No se trata de un intento de ser alarmista: es una realidad. Para Rusia, evadir las sanciones es una lucha existencial. El país y su economía están en pie de guerra y están respondiendo a las sanciones en consecuencia.

Mientras tanto, los aliados de Ucrania siguen preocupados por los daños que las sanciones y otras medidas económicas podrían causar a sus propias economías. Su aparente falta de “pie de guerra” en lo que respecta a la aplicación de las sanciones ha llevado a una toma de decisiones lenta y demorada, lo que ha obligado a Rusia a seguir adquiriendo los componentes críticos que necesita para su producción militar.

Ahora que se cumplen tres cuartos de siglo de su existencia, la necesidad de la OTAN y de su doctrina de disuasión nunca ha sido más acuciante. Sin embargo, un pilar clave de la estrategia de disuasión de Occidente sigue en manos de burócratas y, ante la necesidad de aplicar más restricciones comerciales y económicas, están surgiendo divisiones en toda la UE.

Es hora de que esto cambie. Es hora de que la OTAN vuelva a aprender algunas lecciones del pasado y de que integre de manera más fluida la disuasión militar con la guerra económica.



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