Para ambos partidos políticos estadounidenses, la relación de Estados Unidos con China es una prioridad absoluta. Los ataques a China por parte de legisladores de todos los niveles electorales se han intensificado a medida que se acercan las elecciones de noviembre, con especial atención al comercio, la fabricación y el fentanilo ilegal.
Biden ha impuesto aranceles a algunos productos chinos y ha prometido imponer más, una postura más dura que su vicepresidenta Kamala Harris podría seguir manteniendo si logra la nominación demócrata a la presidencia. Mientras tanto, Trump propone un arancel del 60% si gana en noviembre.
Podría ser un tema clave en un estado clave: en Pensilvania, el candidato republicano Dave McCormick ha prometido reducir la dependencia estadounidense de los productos chinos. Y en Ohio, el actual presidente demócrata Sherrod Brown y su rival republicano afirman que China es una amenaza para los trabajadores estadounidenses.
A los analistas les preocupa que, si bien estas posturas duras atienden intereses políticos internos, corren el riesgo de exacerbar las tensiones globales y podrían afectar negativamente a la economía estadounidense.