En el aluvión de comentarios que siguieron al debate entre el presidente estadounidense Joe Biden y Donald Trump, no se ha oído nada. Aunque los juicios de los votantes sobre la personalidad y las fortalezas personales de un candidato son importantes, todo el mundo debería recordar el famoso dicho: “Es la economía, estúpido”. Evaluar la gestión de la economía por parte de un presidente es siempre una tarea complicada, porque muchos de los cambios los habrán puesto en marcha sus predecesores. Barack Obama tuvo que hacer frente a una profunda recesión porque las administraciones anteriores habían aplicado la desregulación financiera y no habían logrado evitar la crisis que estalló en el otoño de 2008. Cuando la economía finalmente se recuperó, Obama estaba de camino a su salida y Trump a su entrada.

Aunque no se puede culpar a Trump por la COVID-19, sin duda es responsable de una respuesta inadecuada que dejó a Estados Unidos con una cifra de muertos muy superior a la de otras economías avanzadas. Si bien el virus se cobró desproporcionadamente las vidas de los ancianos, también redujo la fuerza laboral, y esas pérdidas contribuyeron a la escasez de trabajo y la inflación que heredó Biden.

El propio historial económico de Biden ha sido impresionante. Inmediatamente después de asumir el cargo, consiguió la aprobación del Plan de Rescate Estadounidense, que hizo que la recuperación del país de la pandemia fuera más sólida que la de cualquier otro país avanzado. Luego vino la Ley Bipartidista de Infraestructura, que proporcionó fondos para comenzar a reparar elementos cruciales de la economía estadounidense después de medio siglo de abandono.

Al año siguiente, Biden firmó la Ley de CHIPS y Ciencia de 2022, que dio inicio a una nueva era de política industrial que garantizará la resiliencia y la competitividad futuras de la economía. Y con la Ley de Reducción de la Inflación de 2022, Estados Unidos finalmente se unió a la comunidad internacional en la lucha contra el cambio climático y la inversión en las tecnologías del futuro. Además de brindar un seguro económico contra la posibilidad de un virus persistente y en constante evolución, el Plan de Rescate Estadounidense redujo casi a la mitad la tasa de pobreza infantil en el espacio de un año. Pero también se le culpó por la inflación posterior.

Esta acusación simplemente no se sostiene. No hubo una demanda agregada excesiva como resultado del Plan de Rescate Estadounidense, al menos no de una magnitud que pudiera explicar el nivel de inflación. La mayor parte de la culpa recaía en las interrupciones de la oferta y los cambios en la demanda inducidos por la pandemia y la guerra.

Aún más relevante para estas elecciones es lo que nos depara el futuro. Un cuidadoso modelo económico ha demostrado que las propuestas de Trump causarían una mayor inflación —a pesar de un menor crecimiento— y una mayor desigualdad.

Para empezar, Trump aumentaría los aranceles y los costos se trasladarían en su mayor parte a los consumidores estadounidenses. Además, Trump reduciría la inmigración, lo que haría más difícil el mercado laboral y aumentaría el riesgo de escasez de mano de obra en algunos sectores. Y aumentaría el déficit, cuyos efectos podrían inducir a una preocupada Reserva Federal de Estados Unidos a subir las tasas de interés, lo que reduciría la inversión en vivienda y elevaría aún más los alquileres y los costos de la vivienda. Por supuesto, hay una considerable complejidad en la modelización de estos efectos. No está claro con qué rapidez o con qué fuerza respondería la Fed a la inflación inducida por los aranceles, pero sus economistas obviamente verían venir el problema. ¿Se sentirían tentados a cortarlo de raíz subiendo las tasas de interés antes de tiempo?
¿Violaría Trump las normas institucionales al intentar despedir al presidente de la Reserva Federal? ¿Cómo responderían los mercados (aquí y en el extranjero) a esta nueva era de incertidumbre y caos?

El pronóstico a largo plazo es más claro (y peor). Estados Unidos debe gran parte de su éxito económico en los últimos años a su destreza tecnológica, que se apoya en sólidos fundamentos científicos. Sin embargo, Trump siguió atacando a nuestras universidades y exigiendo recortes masivos en los gastos de investigación y desarrollo. La única razón por la que no se hicieron esos recortes durante su mandato anterior es que no tenía a su partido completamente de su lado. Ahora sí lo tiene.

De manera similar, aunque la población estadounidense está envejeciendo, Trump permitiría que la fuerza laboral se redujera al limitar la inmigración. Por lo tanto, sobre la cuestión de quién sería mejor para la economía –Trump o Biden (o cualquier demócrata que pudiera reemplazarlo, si se retira)– simplemente no hay debate.



El autor es premio Nobel de Economía. ©Project Syndicate, 2024

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Publicado por primera vez: 5 de julio de 2024 | 22:40 IST

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