Los argentinos viven con la suposición de que su primer presidente y economista, Javier Milei, tiene razón en lo que respecta a la economía. Por eso votaron por él. Hasta ahora, todo bien: la gente ve que la inflación está bajando después de haber subido desde que Milei asumió el cargo. Como indican los datos de las estadísticas nacionales del INDEC, podría ser difícil que siga desacelerándose al mismo ritmo a partir de ahora. Pero el público no ve –y no le importa– la teoría que hay detrás de todo esto.
El programa económico de Milei parte de la premisa de que el principal problema de la economía argentina es el déficit fiscal. Eso explica la estrategia de “motosierra” durante la campaña y su masivo ajuste del gasto en estos primeros siete meses de gobierno, centrado casi por completo en jubilaciones, obras públicas y ayudas a las provincias.
Según la visión del Presidente, una vez que se reduce el déficit fiscal, se elimina la principal fuente de impresión de dinero y, por lo tanto, el peso recupera valor. Un peso más fuerte reduce la brecha entre los tipos de cambio oficiales y paralelos, que ahora ronda el 50 por ciento después de las recientes turbulencias del mercado. Si esa brecha tiende a cero, se podrían levantar los controles de capital, los llamados “controles de capital”.Cepo' que ha estado afectando a la economía argentina desde que fue implementada a fines de 2011 por la entonces presidenta Cristina Fernández de Kirchner (y recién levantada durante 2016-2018, el primer período del gobierno de Mauricio Macri).
¿Pero qué pasa si Milei está equivocado?
El presidente escribió en sus redes sociales esta semana que necesitaba tres condiciones para levantar la 'Cepo.' Uno, eliminar todos los pasivos que devengan intereses del Banco Central (para frenar aún más la impresión de dinero). Dos, acabar con las opciones de venta sobre la deuda del Banco Central (que actualmente ascienden a unos 16.000 millones de dólares y equivalen a una espada de Damocles sobre las finanzas del gobierno). Tres, que la inflación mensual y la devaluación mensual converjan en cerca de cero por ciento.
Por el rumbo que están tomando las cosas, es posible que estas condiciones no se den en un futuro próximo. Esta falta de visibilidad está generando inquietud en el mercado y en los inversores. Milei hizo campaña con la promesa de dolarizar la economía (y cerrar el Banco Central en el proceso). De hecho, hace un año, durante la campaña, dijo que “ya había negociado los dólares que Argentina necesita para dolarizar la economía al valor actual de mercado”. Su equipo, que desde entonces ha cambiado, dijo entonces que la cantidad total ascendía a unos 35.000 millones de dólares.
No está hablando de eso ahora, y la economía se enfrenta nuevamente a una grave trampa de escasez de dólares.
Las divisas son el talón de Aquiles del programa de Milei, como lo fueron para sus antecesores en el cargo. Hasta junio, el Banco Central había comprado 17.200 millones de dólares en el mercado cambiario, tras la fuerte devaluación del peso en diciembre de 2023. Pero las reservas netas aumentaron menos de la mitad de esa cifra. En junio, la tendencia se revirtió y, por primera vez desde que Milei asumió el cargo, el Banco Central terminó el mes con un saldo negativo de 47 millones de dólares. Esta semana, tras un pago a bonistas privados, las reservas netas vuelven a estar en números rojos.
Para muchos observadores, este es el mayor de los problemas del país, más que el frente fiscal que Milei presume de tener bajo control. El miércoles, el Presidente despidió al Secretario de Bioeconomía, Fernando Vilella, por diferencias en la gestión de los derechos de exportación del sector agrícola, el impuesto que, según los agricultores, les disuade de vender más cosecha y almacenarla. Hasta ahora, se estima que los agricultores están almacenando alrededor del 30 por ciento de la producción de este año, tanto porque no quieren pagar el impuesto como porque no creen que el tipo de cambio oficial que obtienen sea lo suficientemente bueno.
Para su frustración, Milei podría tener dos opciones muy convencionales durante la segunda mitad del año: otra devaluación o asegurar un nuevo acuerdo de deuda con el Fondo Monetario Internacional (FMI) que significaría fondos frescos. Esto no es nada diferente de lo que la “casta” ha hecho o haría. La primera significa que la inflación volvería a dispararse, empañando su todavía buena reputación pública; la segunda es una variable que no maneja del todo, ya que el FMI se muestra reacio a aumentar su ya alta exposición a la deuda argentina.
Queda por ver cómo los argentinos aceptarán la idea de que Milei podría no tener un milagro económico instantáneo que ofrecer. Siete meses después de asumir el gobierno, la recesión está lejos de terminar, y si la inflación se estanca en una meseta alta o, peor aún, comienza a aumentar nuevamente, el esfuerzo realizado hasta ahora puede parecer inútil. Milei y su equipo dicen que están anclando la inflación a través de la política fiscal, pero ¿qué pasa si lo que mantiene a raya los precios es predominantemente el ancla cambiaria? Eso depende en gran medida de la paralizante “Cepo.'
En su discurso del Pacto de Mayo en Tucumán esta semana, Milei dijo que bajo su dirección, el “chamanismo económico” se acabaría, pero también lanzó una advertencia sutil: “Por supuesto, eso no significa que nunca más tendremos problemas económicos”. Los problemas llegarán pronto; los argentinos pueden tener la esperanza de haber votado por un chamán.