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Nuevos acuerdos militares entre Rusia y Corea del Norte, así como un aumento Agresión de las fuerzas marítimas de China contra Filipinas, un aliado del tratado de Estados Unidos, nos recuerdan que un eje envalentonado de adversarios está trabajando en todo el mundo para demoler el orden liderado por Estados Unidos.
Sin embargo, Estados Unidos y nuestros aliados tienen cada vez menos posibilidades de preservar la paz mediante la fuerza y de contener la marea violenta de este nuevo eje. Pero debemos estar dispuestos a hacer algo que hace apenas unos años era impensable: combatir el verdadero motor del poder de nuestros enemigos. La economía china.
A juzgar por sus acciones, los enemigos de Estados Unidos se están preparando para una guerra prolongada. En Rusia, el reciente nombramiento por parte de Vladimir Putin del economista Andrei Bolusov como ministro de Defensa y la reelección del tecnócrata Mijail Mishustin como primer ministro sugieren que está preparando al ejército y la economía rusos para un conflicto de largo plazo en Ucrania, y tal vez en otras partes de Europa.
Las nuevas pruebas de misiles balísticos de Corea del Norte han reforzado sus propias amenazas a los vecinos del noreste de Asia. En Oriente Medio, los aliados iraníes han seguido consumiendo la región en violencia, desde el terrible desastre de 2023 Ataque de Hamás contra Israel a posteriores ataques terroristas de Hezbolá, los hutíes y las milicias chiítas iraquíes.
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Lo más preocupante es que el secretario general del Partido Comunista Chino, Xi Jinping, ha llevado a cabo “la mayor acumulación militar desde la Segunda Guerra Mundial”, en palabras del ex jefe del Comando Indo-Pacífico, el almirante John Aquilino. Xi también ha fortalecido la economía china contra las sanciones internacionales y ha pedido a sus generales que se preparen para la guerra.
Al mismo tiempo que aplicamos una sólida política de disuasión militar, Estados Unidos y nuestros aliados debemos atacar la causa fundamental de la convulsión geopolítica del siglo XXI: el auge del poder económico de China. Décadas de ilusiones de que la integración económica entre China y Occidente crearía estabilidad internacional han fracasado.
En cambio, Beijing ha logrado convertir con éxito el compromiso económico con Occidente en un creciente poder militar y apoyo a los enemigos de Estados Unidos. La maquinaria de guerra rusa en Ucrania Rusia funciona en gran medida gracias a las importaciones de microelectrónica y maquinaria chinas y, de hecho, la revitalización total de la base industrial militar de Rusia se debe al apoyo económico de China.
LA AMENAZA CHINA ESTÁ AQUÍ, PERO NO TODOS EN EL CONGRESO QUIEREN HABLAR DE ELLA
China es el principal destino de las exportaciones norcoreanas, tanto legales como prohibidas, cuyas ventas financian el programa nuclear de Pyongyang. Además, China es el mayor comprador mundial de petróleo iraní, con más de un millón de barriles diarios, y al mismo tiempo proporciona un salvavidas a largo plazo a Teherán mediante inversiones en industrias estratégicas clave.
El resultado de décadas de compromiso económico occidental con China es un mayor riesgo de guerras en todo el mundo, incluidas guerras instigadas por Pekín en Asia.
Una campaña vigorosa y unificada de contención económica –reduciendo o eliminando el acceso de China a los mercados, la tecnología y el capital de Estados Unidos y sus aliados– sería la clave para debilitar a este grupo de naciones que está empeñado en derribar el orden mundial liderado por Estados Unidos. Esta campaña no sólo socavar la acumulación militar de China pero también la agresión regional financiada por Pekín de sus “socios estratégicos” en Moscú, Teherán y más allá.
Una campaña de presión económica liderada por Estados Unidos debería incluir aranceles a las industrias impulsadas por la política industrial del Partido Comunista Chino, controles de exportación sobre una gama más amplia de tecnologías estratégicas y restricciones integrales a la inversión.
Estas herramientas deberían emplearse en sectores, tecnologías y empresas vinculadas a la base militar industrial de China, a las atrocidades contra los derechos humanos y a programas estratégicos emblemáticos como la Iniciativa del Cinturón y la Ruta, la Fusión Civil-Militar y la “Circulación Dual”. También deben estar sobre la mesa sanciones agresivas, especialmente las dirigidas a los bancos chinos y a las organizaciones estatales que son fundamentales para las estrategias económicas de Beijing.
Las empresas, los inversores, las universidades, los innovadores tecnológicos y otros deben comprender que alejarse de décadas de compromiso económico con nuestro principal adversario en Beijing no será gratuito.
Pero la dislocación económica se puede mitigar, y existirán oportunidades para los sectores y las empresas que participen en la reestructuración de la economía global en favor del mundo libre. Asegurar nuestras propias cadenas de suministroreconstruir nuestra base industrial, seguir siendo la moneda de reserva mundial y el principal centro financiero y crear un sistema de comercio basado en alianzas son algunas de ellas.
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Además, una nueva estrategia energética estadounidense que enfatice las exportaciones de hidrocarburos también puede brindar al sistema de alianza europeo y asiático mayor seguridad energética y mitigar al mismo tiempo los aumentos de precios que surgen de la presión sobre los sectores de petróleo y gas de Rusia e Irán.
Tal vez lo más crítico es que Estados Unidos necesita líderes del sector público y privado dispuestos a explicar a los estadounidenses (el 81% de los cuales ya tienen opiniones desfavorables sobre China) por qué deberían negarse voluntariamente a participar en la economía china.
Stan Druckenmilleruno de los inversores más exitosos de los últimos 30 años, dijo a la CNBC el 7 de mayo: “Nunca invertiré en China mientras el líder actual esté allí… Y, francamente, como estadounidense, fuera de mi trabajo diario de inversión, me siento muy bien con esa decisión”.
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Las palabras de Druckenmiller evocan sensibilidad patriótica, sabiduría financiera y una estrategia ganadora. Para detener la creciente ola de conflictos y asegurar que el sistema económico históricamente superior del Mundo Libre prevalezca sobre el de Pekín y sus sociosEl desapego de China es esencial.
Apuntar al centro económico de este eje –y asegurar las economías del mundo libre– garantiza que aún exista la esperanza de salvar vidas estadounidenses y aliadas de peligros futuros.
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Jonathan Ward es investigador senior del Hudson Institute y autor de “La década decisiva: la gran estrategia estadounidense para triunfar sobre China”.