Charlas fogoneras dominicales: para conseguir lo que quieres, debes saber lo que quieres

Hay una dinámica interesante que observar en los evangelios.

A menudo, antes de que Jesús sane o bendiga a alguien, le hace responder una pregunta: “¿Qué deseas?”

Esto es cierto cuando la petición que alguien desea hacer no es evidente de inmediato, como cuando la madre de Santiago y Juan se acerca a Jesús o cuando dos de los discípulos de Juan Bautista comienzan a seguirlo. Pero también es cierto cuando lo que alguien quiere es obvio y no requeriría omnipotencia para descubrirlo, como cuando Jesús se encuentra con un ciego. Incluso cuando Jesús se entera de que un hombre ha estado enfermo durante casi 40 años, antes de intervenir para ayudar, le pide que confirme su intención: “¿Quieres curarte?”

Quizás esto apunte al patrón de oración; Esa práctica puede tener varios propósitos, pero seguramente uno de ellos es lograr que el peticionario articule lo que puede ocultarse incluso a ellos mismos: qué es lo que quieren.

Sin embargo, este patrón también se aplica más allá del ámbito religioso.

Muchas personas se sienten inquietas e insatisfechas con el estado actual de sus vidas. Pero cuando les preguntas cómo sería una vida mejor, no pueden decirlo exactamente. Anhelan algo, pero no están seguros de qué es ese algo. No les gusta lo que hacen, pero no saben qué les gustaría hacer en su lugar. Anhelan un cambio, pero no pueden articular cómo debería ser ese cambio.

Debido a que quieren que las cosas sean diferentes, pero no pueden imaginar qué deberían hacer de manera diferente para lograrlo, su vida sigue siendo la misma para siempre.

Se ha dicho que la fe precede al milagro. Pero para lograr cualquier transformación, ya sea sobrenatural o cotidiana, hay algo que debe preceder incluso a eso: la cristalización del deseo.

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