Pasamos alrededor de El 90 por ciento de nuestras vidas transcurren en espacios interioresPero lo que quizás no sepas mientras estás cómodo en casa es que no solo compartes tu espacio con tu familia o mascotas, sino que también lo compartes con millones de microbios invisibles. De hecho, el polvo doméstico alberga 9.000 especies diferentes.
Al igual que nuestro intestino y nuestra boca, nuestros hogares también tienen un microbioma, conocido como “microbioma interior”Este es el intrincado ecosistema de bacterias, hongos, virus y otros microorganismos que prosperan en los lugares donde vivimos, trabajamos y estudiamos.
A medida que los investigadores profundizan en el microbioma de interiores, se hace cada vez más evidente su importante impacto en nuestra salud. Las investigaciones actuales muestran que puede influir en todo, desde nuestra salud respiratoria hasta el funcionamiento de nuestro sistema inmunológico e incluso nuestro bienestar mental.
Comunidad microbiana
El microbioma interior es influenciado significativamente por nosotrosCocinar, limpiar e incluso tener una mascota moldean las poblaciones microbianas de nuestro hogar.
Curiosamente, El diseño y funcionamiento de los edificios También influyen de manera decisiva en la determinación de qué microbios prosperan en interiores. Por ejemplo, el tipo de sistema de ventilación, la presencia de luz natural y los materiales de construcción utilizados pueden promover o inhibir el crecimiento de ciertos microbios.
El microbioma interior puede influir en nuestra salud de forma tanto positiva como negativa.
En el lado positivoLa exposición a una amplia gama de microbios puede reforzar nuestro sistema inmunológico, especialmente durante la infancia. Esta idea tiene sus raíces en la Hipótesis de la higienelo que sugiere que la exposición temprana a los microbios ayuda a entrenar al sistema inmunológico para distinguir entre agentes dañinos e inofensivos. Esto puede reducir la probabilidad de desarrollar ciertas Alergias y enfermedades autoinmunes (como asma, fiebre del heno, eczema y esclerosis múltiple).
Esta exposición microbiana también puede reforzar el sistema inmunológico contra enfermedades respiratorias comunes como resfriados, gripe y bronquitis.
Sin embargo, la exposición a ciertos microbios también puede tener consecuencias negativas.
Ciertos ambientes interiores —en particular, aquellos con poca ventilación y altos niveles de humedad— pueden albergar patógenos dañinos. Las condiciones de humedad y moho, por ejemplo, están asociadas con Problemas respiratorios como el asma y las alergias. La mala ventilación también puede favorecer enfermedades respiratorias comunes. como el COVID-19 — para difundirse más fácilmente.
Además, el uso de productos de limpieza antimicrobianos El hecho de vivir en espacios interiores puede facilitar, sin darse cuenta, la proliferación de bacterias resistentes a los antibióticos, lo que supone un importante riesgo para la salud pública. Cuando las bacterias se exponen con frecuencia a productos de limpieza antimicrobianos, desarrollan mecanismos astutos que las ayudan a Sobrevivir y prosperar incluso cuando estos productos se utilicen en el futuro.
Más allá de la salud física, la evidencia emergente sugiere que el microbioma interior también podría Influir en la salud mental.
La vida urbana se ha relacionado con una mayor riesgo de problemas de salud mental — como la depresión. Si bien es probable que haya muchos factores en juego, esto podría estar relacionado con la eje intestino-cerebroEsta es la vía que utiliza el microbioma intestinal para comunicarse con el cerebro, lo que también influye en el estado de ánimo y la función cognitiva.
Las personas que viven en una ciudad están expuestas a Menos especies microbianas que los que viven en zonas rurales. Esto puede provocar que tengamos un microbioma intestinal menos diverso, lo que podría interrumpir la comunicación entre nuestro intestino y cerebro, lo que contribuye a los trastornos de salud mental.
Creando espacios más saludables
Dada la influencia del microbioma interior en nuestra salud, existe un creciente interés en dar forma intencional a estas comunidades microbianas para promover el bienestar.
Por ejemplo, los edificios podrían diseñarse de tal manera que sustenten de forma natural un microbioma saludable. Esto podría lograrse utilizando materiales naturales, como la madera, que puede albergar microbios beneficiosos — o mediante el diseño sistemas de ventilación que mejoran la diversidad microbiana.
Otras formas de diseñar “edificios saludables” Para optimizar el microbioma interior se podría incluso incluir paredes vivas con una vida vegetal y microbiana diversa, o utilizar materiales de construcción integrados con esporas bacterianas beneficiosas que se pueden activar cuando sea necesario. Estas innovaciones pueden ayudar a minimizar la cantidad de microbios dañinos y, al mismo tiempo, exponernos a los beneficiosos.
Otra estrategia prometedora es la uso de probióticos —no sólo para nuestros cuerpos, sino también para nuestros edificios. Productos de limpieza probióticoscual Introducir microbios beneficiosos en el medio ambiente, se están explorando como una forma de competir con patógenos dañinos y promover un microbioma interior más saludable.
Plantas de interior También pueden contribuir a un entorno microbiano más saludable. Las plantas no sólo purificar el aire pero también Cultivar comunidades microbianas diversas dentro.
El microbioma interior es un aspecto crucial, aunque a menudo pasado por alto, de nuestro entorno vital. A medida que profundizamos nuestra comprensión del microbioma interior, aumenta el potencial para diseñar espacios que mejorar nuestra salud Se vuelve cada vez más factible. Este conocimiento podría conducir a un futuro en el que los hogares y los lugares de trabajo no sean solo lugares de refugio sino contribuyentes activos a nuestro bienestar.
El desafío ahora consiste en hacer que estos avances sean accesibles para todos, garantizando que todos puedan tener un microbioma interior saludable, independientemente de su estatus socioeconómico.
Este artículo fue publicado originalmente en La conversación por Samuel J. White y Philippe B. Wilson en la Universidad York St John. Lea el Artículo original aquí.