Salvar los hongos del mundo podría salvarnos a nosotros también

A pesar de la falta de educación, financiación y recursos, los micófilos han logrado crear una red notable (podríamos decir micelial) de científicos, defensores y entusiastas aficionados que luchan por la supervivencia de su amado reino. Por eso, a pesar de los considerables obstáculos, Furci afirmó que “es un buen momento para estar viva en la conservación de hongos”. Aunque su iniciativa de fundar una organización sin fines de lucro enfocada en la conservación de hongos parecía inusual en 2012, “ahora hay muchas ONG que trabajan en la conservación de hongos en todo el mundo”, dijo. “Eso me hace tener muchas esperanzas de que habrá un cambio en el terreno”.

Furci ha estado a la vanguardia del movimiento desde que cofundó la Fungi Foundation hace más de una década. Ella y la fundación fueron fundamentales para presionar al gobierno chileno para que incluyera los hongos en las evaluaciones de impacto ambiental, lo que lo convirtió en el primer país del mundo en reconocer y proteger los hongos a través de la legislación. (“Es un logro histórico que nos deja a todos asombrados”, dijo Ainsworth, quien agregó que esa política todavía parece un sueño lejano en el Reino Unido).

Furci comenzó a buscar formas de ampliar el éxito en Chile, solo para descubrir que en muchas partes del mundo “los hongos estaban explícitamente excluidos (de los marcos de conservación), porque la política normalmente se refiere a la vida macroscópica en la Tierra como fauna y flora, o plantas y animales, únicamente”. En respuesta, la Fundación Fungi comenzó a impulsar una campaña para cambiar el lenguaje a “flora, fauna y hongos”—un cambio simple que podría desbloquear fondos para la investigación y conservación de hongos al incluir explícitamente a los hongos en los esfuerzos de conservación existentes. Furci considera que la iniciativa es una de las más exitosas que la Fundación haya emprendido jamás.

Mientras tanto, otros grupos como SPUN están investigando y defendiendo los hongos micorrízicos, que se asocian con las raíces de aproximadamente el 90% de todas las especies de plantas del mundo, incluidos muchos cultivos alimentarios. Según el Dr. César Marín, investigador de clima y biodiversidad de la Universidad Santo Tomás de Chile que trabaja con SPUN, Un estudio reciente Dirigido por el fundador de SPUN, el Dr. Toby Kiers, determinó que las micorrizas “pueden, al menos temporalmente, almacenar el equivalente al 36% de las emisiones (anuales) de dióxido de carbono en todo el mundo”.

SPUN está trabajando para crear mapas globales de estos hongos únicos como primer paso para preservarlos y aprovechar su capacidad para combatir el cambio climático, la degradación del suelo y la inseguridad alimentaria. La organización ofrece microsubvenciones a micólogos locales, alrededor del 80% de los cuales viven en el Sur Global, para que recopilen muestras en sus propias regiones con el fin de construir mapas micorrízicos, evitando al mismo tiempo la “ciencia extractiva en helicóptero” que lleva a investigadores externos a un área sobre la que saben poco.



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