¿A quién le apetece un fabuloso juego de tira y afloja? Esa fue la escena del segundo desfile de alta costura de Thom Browne el lunes por la tarde, que se inauguró con una serie de modelos vestidas con impecables chaquetas blancas y faldas escocesas empujando y tirando de una cuerda gigante. Lo que siguió fue una exhibición gloriosa de sastrería deconstruida y vestidos de otro mundo creados en gran medida con muselina, una tela lisa y sin tratar que normalmente se usa para hacer prendas de alta costura, no el producto terminado.
El material liviano permite a los talleres de alta costura experimentar y potenciar sus capacidades de diseño al crear looks elevados para la élite de la moda. Browne decidió llevar la muselina de la sala de corte a la pasarela para “exponer intrincadas capas de trabajo, una parte importante del compromiso de Thom Browne de recontextualizar la sastrería clásica”, se lee en las notas del desfile. Los estrictos parámetros de los uniformes de Browne quedaron completamente fuera de control. Los trajes venían en proporciones asimétricas, de reloj de arena o hinchados y espumosos con capas y capas de muselina en diferentes pesos y tratamientos. Las piezas venían enhebradas con meticulosas cuentas de oro, o eran gloriosas en sus trabajos semitransparentes y remendados. Como siempre ocurre con el trabajo de Browne, muchas de las piezas tenían un tinte deportivo y fuera de lugar. Desde las botas estilo fútbol con tachuelas doradas que migraban hasta las piernas, hasta las microfaldas de tenis usadas con blazers recubiertos de bronce y adornados con flores. Piezas tan grandiosas y experimentales serían un guardarropa de celebración destacado para cualquier campeón olímpico este verano.
Fotografía cortesía de Thom Browne.