El fracaso de China a la hora de lanzar su bazuca política puede mantener los mercados congelados, dice McGeever Por Reuters

Por Jamie McGeever

ORLANDO, Florida (Reuters) – Se cree que los líderes políticos y económicos de China tienen un agudo sentido de la historia, pero la tibia respuesta de Pekín al desplome del mercado inmobiliario que está estrangulando el crecimiento del país y extendiendo la deflación es desconcertante.

La lección clara de las grandes crisis inmobiliarias ocurridas en las últimas décadas es que la cura y la recuperación solo llegan después de una acción audaz y decisiva en forma de estímulo monetario y fiscal masivo.

Beijing no ofrece ninguna de estas dos cosas y, en cambio, adopta una estrategia dispersa.

El Banco Popular de China decidió el viernes no recortar las tasas de interés de referencia, pero el lunes inyectó efectivo a dos semanas en el sistema bancario por primera vez en meses y también a una tasa más baja.

Pero, en palabras de Gene Ma y Phoebe Feng, del Instituto de Finanzas Internacionales, la respuesta política de Beijing ha sido “lenta, tímida y a veces muy vaga”, muy lejos de la “gran bazuca” que se necesita.

QUEDÁNDOSE ATRÁS

El impacto de esta respuesta moderada sobre la economía china ha sido duro. Es probable que el crecimiento en 2024 no alcance el objetivo del gobierno del 5,0%, las presiones deflacionarias se están intensificando a un ritmo alarmante, la inversión está colapsando y el crecimiento del crédito está en un mínimo histórico.

Los economistas de Morgan Stanley prevén ahora un crecimiento del PIB nominal de tan solo el 3,9% este año y el próximo. A modo de comparación, el crecimiento del PIB nominal de Estados Unidos se sitúa actualmente a un ritmo anualizado de alrededor del 5,5%.

El mercado de valores de China también se ha quedado notablemente rezagado. Mientras la creciente ola de flexibilización monetaria global ha elevado los mercados bursátiles de todo el mundo a nuevos máximos, China ha ido en la dirección opuesta. El índice de valores de primera línea de Shanghái ha caído un 15% desde mayo, se ha reducido casi a la mitad desde febrero de 2021 y está cerca de alcanzar nuevos mínimos de varios años.

En muchos casos, el capital extranjero se mantiene alejado o se va. Los fondos de renta variable chinos han atraído entradas de capital en sólo dos de los últimos 13 meses, y los flujos de inversión extranjera directa se han tornado negativos, según el IIF.

Es cierto que los inversores extranjeros han seguido participando en el repunte del mercado de bonos del país, pero el mensaje general es que los inversores son reacios a invertir en China hasta que haya un camino claro hacia la recuperación económica.

Y eso no está a la vista.

SE NECESITAN BILLONES

El sector inmobiliario es un elemento central de la crisis. Su implosión está dañando el crecimiento, la estabilidad financiera y la riqueza de los hogares. Y la deflación que está alimentando está afectando la rentabilidad y la inversión corporativas, al tiempo que aumenta la carga de la deuda real.

Hace tres años, cuando alcanzó su máximo auge, el sector inmobiliario representaba una cuarta parte del PIB de China. Desde entonces, la inversión en vivienda ha caído un 30%, las ventas de viviendas se han reducido a la mitad y las obras de construcción de viviendas se han desplomado en dos tercios, según el IIF.

Los analistas de Jefferies estiman que Pekín podría necesitar gastar al menos 2 billones de yuanes (285.000 millones de dólares) este año para implementar con éxito su plan de reducir el exceso de viviendas del país mediante la compra de propiedades no vendidas y su conversión en viviendas sociales. Y estiman que se necesitarán hasta 7 billones de yuanes (1 billón de dólares) para reducir el inventario de viviendas a niveles más saludables.

PRECAUCIÓN EXCESIVA

Entonces, ¿por qué Pekín no dispara la proverbial bazuca?

En primer lugar, inundar el sistema con liquidez puede no abordar la causa fundamental de la crisis, porque la burbuja inmobiliaria de China es resultado tanto de un simple exceso de oferta como de un apalancamiento alimentado por la deuda.

Una avalancha de estímulos también podría debilitar tanto el tipo de cambio que aceleraría la fuga de capitales del país. Y unos recortes profundos de los tipos de interés acabarían con los ya de por sí escasos márgenes de interés de los bancos. Por último, los dirigentes chinos simplemente han demostrado ser más cautelosos que arrogantes.

Pero esta parálisis política tiene consecuencias.

Al no seguir el ejemplo de sus pares mundiales y reducir agresivamente los tipos de interés, el Banco Popular de China ha contribuido a elevar el yuan a su nivel más alto en más de un año. Lo último que necesita la aletargada economía china es un tipo de cambio boyante.

La vacilación de Beijing puede reflejar su preocupación por repetir los errores de Japón, que pasó décadas en una crisis deflacionaria y de crecimiento lento después de que su burbuja inmobiliaria estallara en 1990. Los precios de las viviendas allí todavía no se han recuperado por completo.

Pero adoptar un enfoque excesivamente cauteloso podría hacer que este resultado sea más probable, no menos.

DESEANDO Y ESPERANDO

Muchos optimistas sobre China sostienen que los activos chinos son atractivos porque, cuando llegue el momento decisivo, Pekín acabará adoptando las medidas necesarias para estimular el crecimiento. ¿Cómo pueden los inversores ignorar al mayor consumidor mundial de muchas materias primas clave, un gigante innovador y competitivo con un enorme fondo de ahorros que vale billones de dólares?

Pero, dejando de lado los bonos, los activos chinos son baratos por una razón. Muchas razones. Y hasta ahora, Pekín ha mostrado poco interés en el abrumador estímulo monetario y fiscal que los expertos consideran necesario. Esto, obviamente, podría cambiar, pero, por ahora, hay pocos indicios de que así sea.

(Las opiniones expresadas aquí son las del autor, columnista de Reuters.)

(Por Jamie McGeever; editado por Andrea Ricci)



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