El mundo necesita medicamentos antivirales innovadores, pero los incentivos del mercado no se alinearán hasta que sea demasiado tarde, advierte el “jefe de desafíos” de Alemania

A medida que salimos de la sombra de la COVID-19, queda claro que nuestra seguridad sanitaria mundial sigue siendo frágil. A medida que el brote de mpox continúa propagándose, el surgimiento de un virus con diversas cepas y modos de transmisión ha expuesto la cruda amenaza que aún representan las epidemias y pandemias, con antivirales aún por desarrollar y aprobar. No podemos darnos el lujo de ser complacientes: la próxima crisis sanitaria mundial no es una cuestión de si ocurrirá, sino de cuándo.

Considere esto: los expertos proyectan que futuras epidemias de enfermedades respiratorias podrían cobrar un promedio de 2,5 millones de vidas a nivel mundial cada año. Lo que es aún más alarmante es que podríamos enfrentarnos a una pandemia de la escala de la COVID-19 o peor cada 33 a 50 años, con impactos humanos y económicos devastadores.

La pandemia de COVID-19 expuso evidentes debilidades en nuestra capacidad para responder rápidamente a nuevos patógenos. Los medicamentos antivirales tradicionales, aunque valiosos, son en gran medida específicos de virus individuales y, por lo tanto, corren el riesgo de perder eficacia cuando aparecen nuevas cepas. Esto se ha observado en el caso de la COVID-19 y sigue siendo motivo de preocupación en mpox con sus distintas cepas. En COVID-19, esto significó que nuevos antivirales específicos tuvieron que pasar por largos procesos de desarrollo y regulación, y los medicamentos antivirales caseros como Paxlovid no estuvieron disponibles durante casi dos años después del comienzo del brote.

La pandemia de COVID-19 ilustró que la velocidad es esencial para limitar las infecciones y salvar vidas, lo que requiere un nuevo enfoque, y los antivirales de amplio espectro podrían ser el punto de inflexión que estamos buscando. Estos antivirales innovadores ofrecen el potencial de combatir una amplia gama de patógenos, incluidos aquellos que aún no hemos encontrado. Piense en ellos como la navaja suiza de los tratamientos antivirales. Al igual que la tecnología de vacunas de ARNm, estos antivirales podrían adaptarse rápidamente a nuevas amenazas, proporcionando una respuesta rápida y flexible a los brotes emergentes.

El impacto potencial de tener tales herramientas a nuestra disposición es asombroso. Investigación de la Agencia Federal de Innovación Disruptiva de Alemania (SPRIND) sugiere que la disponibilidad temprana de terapias antivirales podría evitar pérdidas globales de 28,2 billones de dólares durante una pandemia similar a la de la COVID. No se trata sólo de dinero: se trata de salvar millones de vidas y crear un mundo en el que podamos cortar de raíz una posible pandemia.

El modelo de SPRIND muestra que con antivirales de amplio espectro disponibles en los primeros 100 días, podríamos reducir las infecciones graves y las muertes a menos del 1% de lo que vimos con COVID-19. En una futura pandemia, eso podría significar salvar 6 millones de vidas en todo el mundo y evitar el 91% del tipo de pérdidas económicas y perturbaciones en la educación que resultaron de la última pandemia.

Dado su potencial transformador, ¿por qué no hay lucha por desarrollar este tipo de fármacos? La respuesta está en una serie de fallas del mercado que crean una brecha entre lo que es mejor para la sociedad y lo que es rentable para las empresas. Los beneficios para la salud pública de estos antivirales (su capacidad para frenar los brotes y proporcionar seguros contra futuras amenazas pandémicas aún desconocidas) no se reflejan en su precio de mercado. El momento de futuras pandemias es impredecible, lo que hace que sea arriesgado para las empresas invertir grandes cantidades en medicamentos que podrían no ser necesarios durante años o décadas.

Esos antivirales que salvan vidas actualmente tienen un precio bajo, por lo que el escenario ideal de tenerlos listos el primer día de un brote no se alinea con las ganancias que las compañías farmacéuticas pueden obtener de esos tratamientos durante una pandemia en toda regla. Es un caso clásico de incentivos privados que no se alinean con el interés público.

Para cerrar esta brecha, necesitamos enfoques de financiación innovadores. La financiación push tradicional, en la que los gobiernos financian directamente la investigación, tiene su lugar. Pero para los antivirales de amplio espectro, los mecanismos de financiación como los compromisos anticipados de mercado (AMC, por sus siglas en inglés) podrían ser más eficaces. Un AMC es esencialmente una promesa de comprar o subsidiar un producto si se desarrolla con éxito. Este enfoque comparte el riesgo entre los contribuyentes y los inversores, lo que nos permite perseguir objetivos ambiciosos sin poner todos los huevos en una sola canasta tecnológica.

El concepto no es sólo teórico. SPRIND está colaborando con economistas de la Universidad de Chicago para desarrollar un mecanismo práctico de configuración del mercado para estos antivirales. Si se pueden abordar cuestiones espinosas como cómo estructurar los pagos, navegar por las vías regulatorias y equilibrar los usos comerciales actuales con la preparación para una pandemia, entonces se podría impulsar la innovación en esta tecnología que potencialmente salva vidas.

La imprevisibilidad de las amenazas virales exige nada menos que un cambio de paradigma en la forma en que nos preparamos y respondemos a las pandemias. Sin embargo, hacer realidad este potencial requiere que pensemos de manera diferente sobre cómo incentivamos y financiamos la innovación médica para que no nos pillen desprevenidos. Al invertir en antivirales de amplio espectro basados ​​en plataformas y crear los marcos económicos adecuados para apoyar su desarrollo, podemos construir un ecosistema de salud global más resiliente. La próxima pandemia bien puede ser inevitable, pero con las herramientas y estrategias adecuadas, su impacto no tiene por qué serlo.

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