¿Qué hay de malo en la investigación sobre el “decrecimiento”?

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Los partidarios del llamado decrecimiento proclaman que, sin un cambio económico radical y una caída del PIB, se avecina un colapso ecológico. Los detractores, por su parte, lo descartan como un tecnopesimismo injustificado, impregnado de un lenguaje impreciso y de políticas insostenibles o vagas. Algunas revisiones recientes evalúan esta floreciente área de investigación. ¿Qué defectos encuentran?

Uno por uno Ivan Savin, de la Escuela Superior de Comercio de París, y Jeroen van den Bergh, de la Universidad Autónoma de Barcelona, ​​dan argumentos a los críticos, analizando 561 estudios que contienen la palabra “decrecimiento” o “poscrecimiento” en el título. Se quejan de la plétora de definiciones de decrecimiento y afirman provocativamente que los investigadores están “colonizando” áreas específicas al utilizar el término para encapsular trabajos sobre, por ejemplo, el reciclaje.

También se quejan de la debilidad de los métodos, calculando que poco más del 5% de los artículos que estudian realizan análisis cuantitativos de datos, que, según afirman, suelen ser “superficiales e incompletos”. Otro 4% realiza análisis cualitativos de datos, algunos de los cuales son poco sólidos. Ofrecen ejemplos, incluido un análisis de 14 entrevistas con activistas ambientales canadienses que pretende arrojar luz sobre la “aceptación limitada del discurso del decrecimiento en el mundo angloparlante”.

La reacción de los defensores del decrecimiento se parecía a la que probablemente tendrían si se instalara una central eléctrica a carbón en una reserva natural. Una de las réplicas fue que, al limitar el estudio a investigaciones que incluían la palabra decrecimiento en el título, los autores pintaron un cuadro poco representativo del campo, que probablemente contuviera más debates y revisiones que trabajos empíricos originales. Otra fue que todos los campos contienen al menos alguna investigación de mala calidad.

Aun así, algunas de las críticas sustanciales se repiten en otras revisiones, incluso en las de investigadores más favorables al proyecto. Otros también han señalado la inconsistencia de la definición: mientras algunos usan los términos “decrecimiento” y “poscrecimiento” indistintamente, otros los distinguen. decrecimiento como un enfoque más radical para reducir la producción, y el poscrecimiento como una alternativa que permita una reforma más gradual.

Una revisión de los estudios de modelado realizados por Arthur Lauer, Iñigo Capellán-Pérez y Nathalie Wergles, de la Universidad de Valladolid, sostienen que esta ambigüedad contribuye a generar más incertidumbre, incluso sobre la trayectoria deseada del PIB, si el decrecimiento es compatible con el capitalismo y quién exactamente se supone que debe impulsar cualquier cambio. Y si bien en los últimos años se ha producido un aumento en los esfuerzos de elaboración de modelos, todavía hay lagunas.

Otros también han señalado que, para un movimiento que aboga por el cambio, la investigación sobre el decrecimiento no está lo suficientemente vinculada a la formulación de políticas prácticas. revisar Un estudio realizado por investigadores, en su mayoría de la Universidad de Lüneberg, sobre 475 estudios llegó al “desconcertante” cálculo de que aproximadamente dos tercios no contenían ni discutían ninguna propuesta política concreta.

Donde hay ideas a menudo faltan detalles. Otro En un estudio se identificaron 530 propuestas de políticas de decrecimiento, pero se observó que “la mayoría” carecen de precisión (“reparaciones ecológicas” o “transición de empresas a cooperativas sin fines de lucro”). Reducir el tiempo de trabajo es una idea popular, pero pocos estudios especifican cómo hacerlo. Y los investigadores rara vez exploran las interacciones entre diferentes (importantes) cambios de políticas.

Una última laguna es la investigación que busca formas de lograr que la gente se sume a un cambio económico radical y de sostenerlo una vez que empiece a sentir los efectos de la caída del consumo. Esto parece bastante urgente, dados los obstáculos políticos a las políticas proambientales incluso sin un cambio radical de nuestras instituciones económicas.

Algunas de estas lagunas reflejan la gran naturaleza del proyecto. Otra revisar Lo describe como “salir del economicismo, es decir, descolonizar el imaginario social y liberar el debate público de los discursos predominantes expresados ​​en términos económicos, privilegiando el crecimiento” (no parece un movimiento que agrade especialmente a los columnistas económicos…).

Timothée Parrique, de la Universidad de Lund, sostiene que entre las 115 definiciones analizadas hay una idea consistente: el decrecimiento es “una reducción de la producción y el consumo para reducir la huella ecológica planificada democráticamente de una manera que sea equitativa y al mismo tiempo garantice el bienestar”. Incluso en ese sentido, hay mucho que analizar.

El decrecimiento contiene dos grandes ideas: que el crecimiento es o puede ser incompatible con la sostenibilidad del planeta y que, como resultado, se requiere un cambio económico radical. Como se puede estar en desacuerdo con una o con ambas, no sorprende que exista controversia sobre qué es exactamente lo que “cuenta” como parte de este campo. Y dada la escala del cambio que desean los partidarios del decrecimiento, no sorprende que la evidencia empírica sobre el camino o el destino sea un poco escasa.

soumaya.keynes@ft.com

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