El presidente electo de Indonesia, Prabowo Subianto, ha establecido una ambiciosa meta de crecimiento económico anual del 8 por ciento durante su primer mandato, con el objetivo de catapultar a Indonesia a un estado de altos ingresos para 2045.
Sin embargo, los primeros signos sugieren que es posible que su enfoque ya no esté alineado con este objetivo. El reciente anuncio de una ampliación del gabinete (con alrededor de 49 ministerios y una proliferación de funciones de viceministro, el gabinete incluirá cerca de 100 personas designadas en total) genera preocupación sobre si su administración dará prioridad a las reformas institucionales y la eficiencia necesarias.
Si bien se cita el mérito como un factor en estos nombramientos, persiste la impresión de que estos roles se están repartiendo como recompensas políticas por el apoyo electoral, más que como un esfuerzo estratégico para racionalizar la gobernanza e impulsar la transformación económica.
Las reformas institucionales son esenciales para que Indonesia alcance los objetivos de crecimiento que prevé Prabowo. La trayectoria actual del país apunta en la dirección opuesta. Ampliar la burocracia corre el riesgo de inflar los costos administrativos y ralentizar los procesos de toma de decisiones en un momento en que Indonesia necesita instituciones ágiles y ágiles para abordar desafíos económicos complejos.
Más que nunca, Indonesia requiere eficiencia en la gobernanza, junto con reformas estructurales que fomenten la competitividad, la transparencia y la innovación.
Un elemento central de estas preocupaciones es el destino de la clase media de Indonesia, un indicador crucial de la prosperidad y la resiliencia económicas. En los últimos años, la clase media, que había estado creciendo constantemente, ha comenzado a reducirse. Según la Oficina de Estadísticas de Indonesia (BPS), la proporción de la población definida como clase media cayó del 23 por ciento en 2018 a solo el 17 por ciento en 2023. Esta disminución, que comenzó incluso antes de la pandemia de COVID-19, refleja desafíos más amplios que enfrenta la economía indonesia, desde el estancamiento de los salarios en el sector formal hasta el aumento de la desigualdad.
La clase media desempeña un papel fundamental a la hora de impulsar el consumo, generar demanda de bienes y servicios y contribuir a la estabilidad política. Una clase media cada vez más reducida no sólo limita el consumo interno sino que también aumenta el riesgo de una inestabilidad social más amplia. La creación de empleo en industrias que puedan apoyar el crecimiento de la clase media es vital, particularmente en sectores como la manufactura y los servicios.
Sin embargo, el sector manufacturero de Indonesia ha luchado por recuperar el impulso que disfrutó en la década de 1990, cuando el país experimentó su último aumento significativo de crecimiento. Sin una reactivación de este sector, junto con políticas que integren a Indonesia en las cadenas de valor globales, el objetivo de Prabowo de un crecimiento del 8 por ciento seguirá siendo difícil de alcanzar.
La expansión de los ministerios es particularmente preocupante dadas las presiones fiscales que enfrenta Indonesia. La relación deuda/PIB del país, aunque todavía está dentro de límites seguros, ha experimentado un aumento constante y Prabowo se ha comprometido a aumentarla aún más. El creciente índice de servicio de la deuda (DSR) también deja menos margen fiscal para el gasto social y la inversión en infraestructura. En 2020, la DSR alcanzó un máximo del 46,7 por ciento, lo que significa que casi la mitad de los ingresos estatales se dedicaron al servicio de la deuda, en lugar de financiar necesidades críticas de desarrollo. Si el gobierno continúa ampliando el gasto sin abordar estos desequilibrios, enfrentará importantes limitaciones a la hora de ejecutar su visión económica.
Una forma de abordar estos desafíos fiscales es aumentar los ingresos, particularmente a través de una reforma tributaria. La relación impuestos/PIB de Indonesia ha sido durante mucho tiempo inadecuada, rondando el 10 por ciento, muy por debajo del 16 por ciento que Prabowo espera alcanzar. Ampliar la base impositiva es fundamental, especialmente formalizando el gran sector informal del país, que representa casi el 60 por ciento de la fuerza laboral. La transición de estos trabajadores a la economía formal no sólo aumentaría los ingresos fiscales sino que también les proporcionaría mayor seguridad laboral y acceso a protecciones sociales.
Pero los esfuerzos por aumentar la base impositiva deben ir acompañados de una mayor eficiencia del gasto. Los subsidios al combustible, por ejemplo, han sido un lastre durante mucho tiempo para el presupuesto de Indonesia. Si bien las administraciones anteriores, en particular la del presidente saliente Joko Widodo, lograron reducir estos subsidios significativamente, se necesitan más reformas para reasignar el gasto hacia áreas más productivas como la educación, la atención médica y los subsidios directos para los más vulnerables.
Más allá de los desafíos fiscales internos, la integración de Indonesia a la economía global sigue siendo crucial para lograr el crecimiento a largo plazo. La administración de Prabowo deberá priorizar la alineación de Indonesia con los estándares comerciales internacionales y un orden basado en reglas si quiere atraer más inversión extranjera directa (IED).
La continuidad en nombramientos clave, como el de Airlangga Hartarto como ministro coordinador de Asuntos Económicos y Sri Mulyani como ministro de Finanzas, ofrece cierta esperanza de que Indonesia continúe en el camino hacia una mayor apertura e inclusión en sus políticas económicas.
La IED ha sido un motor clave del crecimiento en otros mercados emergentes, como Vietnam, que se ha integrado con éxito en las cadenas de valor globales. Por el contrario, el stock de IED entrante de Indonesia ha ido disminuyendo, del 2,8 por ciento del PIB en 2014 al 1,9 por ciento en 2022. Este estancamiento es una de las razones por las que el crecimiento económico de Indonesia se ha mantenido estancado en alrededor del 5 por ciento desde 2014. centro, debe atraer más IED hacia sectores orientados a la exportación, en particular la manufactura.
Sin embargo, las políticas comerciales de Indonesia a menudo han sido más proteccionistas que progresistas, lo que ha obstaculizado la capacidad de las pequeñas y medianas empresas (PYME) para integrarse en las cadenas de valor globales. Se necesita un apoyo integral para las PYME, no solo en términos de acceso al crédito sino también en materia de tutoría, capacitación y difusión de tecnología. Estas empresas tienen el potencial de crear empleos para la clase media e impulsar un crecimiento económico más amplio, siempre que puedan cumplir con los estándares internacionales y competir globalmente.
Mientras la administración de Prabowo se prepara para asumir el cargo, todavía hay tiempo para corregir el rumbo. Los anuncios preliminares del gabinete señalan el comienzo de su presidencia, y aún está por verse si la expansión de los ministerios será seguida por un compromiso genuino con las reformas que Indonesia necesita.
El país se encuentra en una encrucijada: puede adoptar las duras reformas necesarias para desbloquear un mayor crecimiento o continuar por un camino de ineficiencia y oportunidades perdidas.
El camino de Indonesia para lograr un crecimiento del 8 por ciento requiere mucho más que nombramientos políticos. Exige reformas institucionales profundas, un enfoque renovado en el crecimiento de la clase media, una mejor gestión fiscal y un compromiso con las normas comerciales internacionales.
El gobierno de Prabowo debe predicar con el ejemplo, garantizando que la ampliación de los ministerios no sea una señal de ineficiencia, sino más bien una medida estratégica para hacer de Indonesia una economía más fuerte y competitiva. Ha llegado el momento de actuar e Indonesia no puede permitirse el lujo de vacilar.