Las herramientas y mecanismos tradicionales de intercambio de conocimientos, como los manuales de instrucciones o los cursos de formación, tienen importantes ventajas y desventajas. Cuanto más completas sean las instrucciones, menos probabilidades habrá de que los empleados las absorban y las entiendan. Cuanto más precisas sean, menos permitirán la personalización o la iniciativa de los empleados. Y cuanto más rígidas sean las instrucciones, menos podrán evolucionar a medida que cambien las circunstancias. Los autores proponen, en cambio, un enfoque que denominan “guión evolutivo”: un conjunto de instrucciones concisas y modulares que describen el propósito de una tarea junto con las acciones más importantes para llevarla a cabo. Al centrarse solo en las acciones esenciales, permite una fácil asimilación y uso diario. Además, deja margen a la discreción de los empleados sobre cómo llevar a cabo exactamente las tareas, lo que permite a los trabajadores adaptar su enfoque a la situación en cuestión o probar nuevas variaciones. Estas interpretaciones se pueden revisar fácilmente, junto con sus resultados, para hacer evolucionar el guion con el tiempo y reflejar nuevas circunstancias y aprendizajes.