Las imágenes viscerales e impactantes eclipsan una narrativa defectuosa.

Historia: Cuando una fuerza maligna imparable domina el mundo, una madre y sus hijos gemelos buscan refugio en su hogar sagrado en lo profundo del bosque. Están protegidos por cuerdas que nunca deben soltar. Cuando uno de los chicos se vuelve escéptico, el trío lucha por sobrevivir. ¿Lo lograrán?

Revisar: El bosque en Nunca lo dejes ir Son terribles, oscuras y profundas. Una madre anónima (Halle Berry) y sus hijos, Nolan (Percy Daggs IV) y Sammul (Anthony B Jenkins), viven allí aislados en una cabaña, angustiados por la constante amenaza de la hambruna y la oscuridad que los invade. Su madre ha convencido a los chicos de que el mundo exterior es un páramo invadido por un maléfico omnipresente. Sin embargo, cuando Nolan comienza a cuestionar su aislamiento, surge una tensión escalofriante que pone a prueba el vínculo, alguna vez armonioso, entre el trío.

El director Alexandre Aja y los guionistas Kevin Coughlin y Ryan Grassby crean una narrativa tensa y llena de suspenso que explora las líneas difusas entre la realidad y la paranoia. La cinematografía atmosférica de Maxime Alexandre, el bosque inquietante y las criaturas grotescas que lo habitan son a la vez aterradoras y fascinantes. La inquietante banda sonora de Rob convierte esta aventura de terror llena de suspenso en una experiencia visceral. La tensión es palpable, incluso en la supuesta seguridad de su cabaña, mientras la familia lidia con la amenaza constante de una invasión y la posibilidad de una traición.

Sin embargo, a medida que avanza la narración, el público se pregunta: ¿es real la presencia malévola o es producto del delirio paranoico de la madre? La película presenta ambas posibilidades, pero carece de la convicción necesaria para estar de un lado. La intriga está construida de manera efectiva, con abundantes sobresaltos y escenas desconcertantes, pero el ritmo lento resta valor al impacto general. Se tocan temas de folclore, cuentos de hadas y psicosis compartida, pero se dejan poco explorados. Los giros de la historia son intensos, pero no logran ofrecer una revelación alucinante.

La atmósfera sombría de la historia y el arquetipo del padre protector evocan recuerdos de M Night Shyamalan. El pueblodonde el miedo al mundo exterior mantiene a los niños protegidos. Es una metáfora del mal que hacen los hombres y la naturaleza destructiva de los impulsos más oscuros de la humanidad, que amenazan con borrar los últimos vestigios de compasión de la civilización. La película utiliza hábilmente a Koda, el perro de la familia, como símbolo de la inocencia, inmune a los males que los rodean. Nunca lo dejes ir cuenta con giros inesperados, pero no logra dar un golpe de gracia y deja al espectador con ganas de más.

A pesar de las deficiencias narrativas, las actuaciones son sobresalientes. Halle Berry, Percy Daggs IV y Anthony B. Jenkins ofrecen interpretaciones poderosas y complejas del miedo, la duda y el dilema de la supervivencia frente a la lealtad.

Nunca lo dejes ir es una película atrapante y perturbadora con una atmósfera escalofriante. Sin embargo, la narrativa no logra desarrollar todo su potencial. Si se trata de una película para ver una sola vez, los fanáticos del género pueden disfrutar de las imágenes estelares y escalofriantes y los ocasionales sobresaltos.

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