Reseña de 'Close Your Eyes': Un maestro español regresa, con potencia

El primer largometraje que dirigió Victor Erice, de 1973 “El espíritu de la colmena” La película comienza en los años 40, cuando un cine ambulante llega a un pequeño pueblo rural de España para proyectar “Frankenstein”. Entre la multitud de espectadores destaca una niña de mirada ansiosa, Ana (Ana Torrent), cuya hermana más tarde le asegurará que en el cine nadie muere y todo es un truco. Sin embargo, lo que Ana ve en la pantalla se irá filtrando poco a poco en su realidad, desdibujando la división entre el destino del incomprendido monstruo de la ficción y las acciones de quienes la rodean.

En “El Sur”, un proyecto que Erice nunca terminó de ver, pero que se estrenó de todos modos, otra joven encuentra en las películas una pieza crucial de información para descifrar la angustia no expresada de su padre. Abrir los ojos, sugiere Erice, es aceptar lo poco que entendemos sobre el dolor de los demás, incluso de aquellos a quienes amamos profundamente. Para Erice, un maestro, el cine funciona como una fuerza reveladora que puede iluminar nuestros sentimientos y anhelos más auténticos, a pesar de los esfuerzos de algunos de sus personajes por escapar de sus pasados ​​tortuosos.

Uno tiene la sensación de que Erice, que cuenta entre sus admiradores con directores tan famosos como Pedro Almádena y Guillermo del Toro, ha estado elogiando el cine desde que empezó a hacer sus películas esporádicas pero delicadamente profundas.

Contra todo pronóstico, Erice ha vuelto tres décadas después de su último trabajo (un documental de 1992 titulado “Dream of Light”), como para decir la última palabra sobre su propio legado artístico. Los temas que han consumido recurrentemente al cineasta de 84 años –el espectro de la Guerra Civil Española, las hijas alejadas de sus padres con historias peculiares, la marcha despiadada del tiempo– se fusionan en la pausada y poéticamente gratificante “Close Your Eyes”, su cuarta película en 50 años y probablemente la última.

Interpretada como la confesión del autor a través del personaje del cineasta sustituto Miguel (Manolo Solo), “Cierra los ojos” adquiere una cualidad contemplativa y estratificada. ¿Podemos realmente aprender sobre un artista a través de su trabajo o la creación es solo otra máscara? Las aspiraciones profesionales de Miguel murieron cuando su mejor amigo y reconocido actor Julio Arias (un maravilloso José Coronado en una especie de doble papel) desapareció sin dejar rastro mientras filmaban una película de época titulada “La mirada de despedida”, una película dentro de la película sobre un misterioso idealista al que se le encomendó encontrar a la hija perdida de un hombre rico. Solo se terminaron dos escenas fundamentales de esa aventura inconclusa, la apertura y su conmovedor final.

Miguel se sumerge nuevamente en ese capítulo de su vida cuando un programa de televisión centrado en casos no resueltos intenta desenterrar si Julio, un mujeriego con miedo a envejecer, murió en un accidente o por suicidio, o si una crisis nerviosa le permitió comenzar de nuevo sin un solo recuerdo del hombre que una vez fue. Una respuesta parcial aparece a mitad de “Cierra los ojos”, pero esa es solo otra puerta que Erice nos incita a cruzar, lo cual no es, de ninguna manera, una resolución clara.

Con un estilo de lirismo elegante, que consagra pequeños momentos en puntos de inflexión milagrosos y brillantes, Erice deja que los intercambios entre las personas que ha concebido se desarrollen sin necesidad de avanzar en la trama. Su propósito, si es que hay uno explícito, es enriquecer nuestra comprensión mínima de las vidas que se desarrollan en sus ficciones veraces; un segmento sustancial de “Cierra los ojos” está dedicado a la sencilla existencia de Miguel en la playa, pescando. También conocemos sus propios arrepentimientos románticos, su duradera amistad con un editor de películas aficionado al celuloide y la insoportable pérdida de un hijo.

Ana Torrent en la película “Cierra los ojos”.

(Movimiento cinematográfico)

Obsesionado con el poder y el simbolismo de sus actores, Erice parece elegirlos en función de sus ojos, más específicamente de su expresividad incandescente. Ese parece ser el caso de Solo. También reconocerás la mirada inquisitiva de la protagonista infantil de “Beehive” en Torrent, que ahora aparece en “Close Your Eyes” como la hija de Julio, una mujer de unos 50 años. Torrent es mayor ahora que Erice cuando hicieron su primera película, y sirve como un recordatorio conmovedor tanto de los años que han pasado como de cómo la esencia inherente de una persona es inmutable a través del tiempo. El cine conserva el recuerdo congelado de Torrent cuando era niño, pero la realidad ha seguido adelante.

El hecho de que Torrent haya vuelto a colaborar con Erice después de cinco décadas (de nuevo interpretando a un amante del cine en busca de respuestas) resulta una lectura maravillosamente autorreferencial. Ése es el quid de “Close of Your Eyes” y de la concisa obra de Erice: el cine cristaliza algo que la realidad por sí sola no puede, convenciéndonos de que quizá lo que necesitamos existe en algún lugar fuera de nosotros, en algún lugar al que sólo podemos acceder a través de la pantalla. Es un reflejo y una ilusión a la vez.

Aunque el cine puede desencadenar una epifanía inducida por la memoria, no es el remedio en sí, sino una invitación a mirar hacia dentro, a cerrar los ojos y encontrar lo que es inalienable en uno mismo.

En el monumental fotograma final de “Close Your Eyes”, el final más conmovedor del año, la cámara de Erice cierra los párpados una última vez, en una humilde señal de aceptación. Incluso dentro de sus limitaciones, las películas nos ven.

Cierra los ojos

Sin calificación

En español, con subtítulos en inglés.

Duración: 2 horas, 49 minutos

Jugando: Ahora en el Nuart Theatre de Landmark, West Los Angeles

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