“En ese caso, si no se toman precauciones y se pierde el dispositivo, éste podría quedar al alcance de la mano”, afirma Hsu. “Pero eso es muy extremo”.
En última instancia, Hsu tiene mayores ambiciones para su empresa que los dispositivos enfocados al trabajo, aunque es cuidadoso al señalar que eso es en lo que se están concentrando ahora y es consciente de la inquietud que podría causar.
“Tenemos esta gran visión: ¿qué sucedería si los usuarios pudieran grabar todas las conversaciones de su vida diaria, tal vez incluso después de décadas?”, dice Hsu. “Si siempre te escucha, aprende de ti y, con el tiempo, llega a conocer tu personalidad, tus preferencias, tus interacciones. Algún día, podrás utilizar la IA para reproducirte a ti mismo, crear este gemelo digital real. Esa es una especie de gran misión, y creemos que, si podemos ayudar a los usuarios a conectarse con tantos recuerdos, será algo grandioso”.
Está claro que la IA tiene el potencial de cambiar en gran medida el funcionamiento de los seres humanos, pero algunos defensores y expertos expresan su preocupación por lo que sucede cuando estas capacidades se confían a dispositivos de IA, especialmente aquellos que están diseñados para usarse todo el tiempo.
En una entrevista para una Historia previa sobre dispositivos de inteligencia artificial, Jodi Halpernprofesor de bioética y humanidades médicas en la Universidad de California en Berkeley, comparó la tendencia de transferir capacidades humanas a dispositivos de IA con la forma en que las personas no necesitan seguir direcciones cuando pueden confiar en un servicio como Google Maps.
“Puede que haya dimensiones del desarrollo humano que ya no se dan”, dice Halpern. “Por ejemplo, no desarrollamos el sentido de orientación, ni la profundidad socioemocional para tratar con personas diferentes a nosotros y sentir una curiosidad empática. Si tenemos la sensación constante de que algo nos escucha y nos vigila, es una forma de no aprender a estar, en cierta forma, solos con nosotros mismos”.
Dejando a un lado toda esa grandiosidad filosófica, todavía no está claro si la gente está realmente dispuesta a invertir en este tipo de dispositivos. Plaud tiene un caso de uso atractivo, pero está entrando en un campo abarrotado en el que tiene que competir con otros dispositivos y, bueno, con miles de aplicaciones en los teléfonos inteligentes, los dispositivos que la gente ya lleva consigo todo el día.
Y los usuarios pueden descubrir que las viejas y aburridas herramientas que ya utilizan son más maduras y más efectivas que cualquiera de estos llamativos inventos.
“Todo lo que hace ChatGPT lo hace peor que cualquier otro sistema diseñado para ello”, afirma Ghosh. “Creo que el principal problema es que se engaña a la gente para que piense que estos sistemas son más precisos de lo que son”.